Según Susan Sontag –en su artículo “la Estética del silencio”, cada época debe reinventar para si misma el proyecto de espiritualidad, es decir ideas, terminología, normas de conducta, actividades, etc encaminadas a resolver las dolorosas contradicciones estructurales inherentes a la situación humana.
Sin duda hace tiempo que el arte es parte esencial de la espiritualidad moderna, la pregunta resultante es cuestionarse si el arte puede no solamente ejercer de vehículo espiritual para ese misterio que llamamos ser humano, sino además una herramienta para aliviarle del sufrimiento.
Ellen Fisher Turk hace tiempo que retrata mujeres con desórdenes alimenticios, historias de abuso o enfermedades que han dejado secuelas físicas traumáticas, para que encuentren, a través de su imagen fija, sosiego con ese cuerpo que padecen. A través de sus fotos ella consigue exorcizar los demonios que habitan los cuerpos de las mujeres que la visitan, una especie de “parto espiritual”.
Sócrates era hijo de una comadrona, y decía de su obra filantrópica que era una especie de “Mayéutica”: un parto espiritual, pues por medio de preguntas dialécticas ayudaba a su interlocutor a encontrar esa trascendencia y sensación de unidad que todo ser humano busca, lo haga a través de los rezos o incluso del arte.
Angélica es mexicana, es fotógrafa, ¡Es hija de una comadrona!, y está decidida a conseguir por medio del arte fotográfico, prevenir y denunciar todo tipo de maltrato infantil, pero también hace tiempo que consigue a través del retrato devolverle la autoestima a la persona retratada, y a través de sus sencillas preguntas, invitarle a un viaje interior que indefectiblemente es sanador.
Feliz martes
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