Los delfines son unos mamíferos con vínculos sociales
fuertes, utilizan esas relaciones sociales para cazar y reproducirse. Cuando
alguno está enfermo o muriendo, otros delfines de su grupo vendrán a ayudarle,
apoyándole todos con su cuerpo para que el agujero que utiliza para respirar se
mantenga por encima del nivel del agua. Los delfines también se reúnen en grupo
para drogarse… pero hoy me centraré en el lado maternal.
Cada delfín tiene un silbido propio que los identifica,
parecido a los nombres que usamos los humanos. Ese sonido es puesto por la
madre, durante la gestación empieza a reproducir el sonido con el que conocerá
a su cría, y durante dos semanas aproximadamente después del parto, la madre
intensifica el “silbido”, los delfines de alrededor guardan silencio,
permitiendo que la cría reconozca bien el canto de la madre.
En el caso del humano, sabemos que el bebé ‘escucha’ los
órganos de la madre: los movimientos del intestino o el fluir del oxígeno en
los pulmones, y por supuesto, la voz de la madre que se transmite por vía ósea.
Las cuerdas vocales vibran y esa vibración viaja a través de los huesos hasta
la cavidad pélvica. Es importante la voz de la madre para despertar el deseo de
escuchar. Dentro de las primeras fases intrauterinas, el feto comienza a jugar
con su cuerpo al ritmo de la voz y de los susurros de su madre: gira su cuerpo,
mueve sus manos, flexiona sus rodillas, patalea, etc.
Será interesante descubrir esa voz maternal que nos permite
saber lo que somos.