La huella de abandono es la fuente de sufrimiento que está en la
base de todo sufrimiento humano. Ese sentimiento que incluye el vacío
existencial, la sensación de desamparo, la ilusión de estar desconectados y de
no pertenecer.
Las memorias que sostienen el conflicto de abandono son la memoria ONTOLÓGICA, somos seres contingentes; la BIOLÓGICA, fue el primer conflicto
al que se enfrentó nuestro ancestro mayor el protobionte; la memoria SISTÉMICA, nacemos en una familia, en un tiempo y una cultura concretas que tienen
múltiples historias de desamparo, de vacío, de fracaso, de desgracias etc. y muchas
veces miramos con amor inconsciente hacia esas historias, somos leales a ellos
llevando el abandono que vivieron a nuestra propia vida; la memoria PSICOLÓGICA
es la que se vive de manera importante en el nacimiento y que se va matizando y
condimentando en el proceso de individuación de cada persona.
Según Alfonso
Ruiz Soto, El conflicto de abandono se va abonando por la carencia o abundancia
de siete valores: Afecto, apoyo, comprensión, placer, inspiración conocimiento
y reconocimiento. La huella de abandono va generando un vacío interno que nos
lleva a intentar colmar -ese vacío- a través de apegos y conductas compulsivas.
EL ABANDONO ONTOLÓGICO, es el referido a un hecho existencial: somos seres
contingentes, vulnerables y dependientes, tenemos un anhelo profundo de
encontrar el sentido de nuestra existencia, la experiencia personal de la
insignificancia en el sentido psicológico y en el sentido semántico, es la raíz
prístina del abandono: somos pequeños ante la inmensidad del ser, y solo
mediante un proceso de socialización, culturización y quizás de evolución espiritual
llegaremos a asentir a nuestra realidad.
EL ABANDONO FILOGENÉTICO O BIOLÓGICO, es la huella del protobionte expulsado
del mar por la olas y que tuvo que aprender a cerrarse y retener líquido hasta
que viniera la ola a “devolverlo” a su casa. Venimos del mar, esa vivencia de
ser un “pez fuera del agua”, un “exiliado del mar”, un ser vivo abandonado y
expuesto, está en nosotros, es una memoria lista para activarse con algún
acontecimiento que nos lleve a sentirnos desamparados, solos, desconectados,
exiliados, etc. es el primer conflicto a que se enfrentó el protobionte.
LA MEMORIA DE ABANDONO SISTÉMICA es la lealtad inconsciente que
sostenemos con aquellos que nos precedieron y que tuvieron vivencias intensas,
o una vida completa de desamparo.
LA HUELLA DE ABANDONO PSICOLÓGICA se genera en el vientre de
nuestra madre, cuando empezamos a SER, y no sólo SER, sino, además, SER OTRA
COSA. La vida es un cambio constante, un dejar de ser para ser otra cosa, y en
general esos cambios los vivimos con naturalidad y a veces incluso
jubilosamente, los que somos adultos, quizás miremos con alegría la época en la
que teníamos doce años, o cuando fuimos adolescentes, pero difícilmente a
alguien le gustaría haberse quedado instalado permanentemente en esa etapa.
En el vientre de nuestra madre nos vamos individuando, y desde el
momento que tenemos percepciones y sensaciones empezamos a experimentar esa individuación,
empezamos a generar la huella de abandono. Tenemos idealizada la vida
intrauterina “ese paraíso con la temperatura ideal, en un medio líquido que es
como una reminiscencia de nuestra vida pretérita en el mar, etc.” sin embargo
parece ser que a partir de la semana 20 de gestación el feto responde a
estímulos dolorosos, todo lo que ocurre a su alrededor le impacta, desconocemos
con precisión el tipo de impacto biológico y psicológico; de cualquier manera
sabemos que la experiencia humana no se reduce a lo biológico y podemos pensar
que así como los niños tienen dolores de “crecimiento”, el feto también tendrá
sensaciones al ir creciendo en la vida intrauterina, y empezará a construir su
universo de significaciones de la misma manera que lo hace un niño interactuando
con sus padres, un niño es extremadamente sensible a los gestos sutiles de
aprobación, amor, ¡repugnancia!, orgullo, vergüenza, etc. que pueden sentir sus
padres respecto de él.
La huella de abandono inicia en la vida intrauterina y
tiene su momento culminante en el parto, con la separación física de nuestra
madre, posteriormente, se va configurando en los primeros años de vida. La
huella de abandono se ratificará, profundizará y ramificará entre los siete y
los catorce años; esa configuración y ratificación se modulará por las
carencias afectivas respecto de los padres y también por la sobreprotección.
Las necesidades afectivas del niño y su gestión interna serán el procesador más
importante de la huella de abandono; un niño con profundas carencias o con
grandes dosis de sobreprotección profundizará su huella de abandono y la tendrá
muy disponible para activarla en eventos biográficos posteriores.
La huella de abandono modula los grandes sufrimientos que experimentamos
durante la vida, de tal manera que, cuando alguien, por ejemplo, dice: “lo que
más me ha hecho sufrir en la vida es cuando me separé de tal persona, con la
muerte de mi madre, con la muerte de mi hijo, etc.” no es exactamente así, ese evento doloroso despertó
tu huella de abandono, incidió en tu huella de abandono.
Para explicar un poco más la importancia de la relación con nuestra madre en la
configuración del conflicto de abandono, nos remitimos a LA TEORÍA DEL APEGO DE BOWLBY, según la cual, el apego es la manera que tiene una persona de
vincularse con otra, el primer vínculo que se forma durante la vida del ser
humano es el del bebé con la persona que le cuida y alimenta y protege
(normalmente la madre) Esta figura de apego establece una relación única con el
bebé que le otorga seguridad y confianza. La forma que tenga la madre o figura
de referencia, con su hijo/a, repercutirá en toda la vida posterior del niño/a,
que adoptará determinadas imágenes mentales según haya sido su figura de
referencia, para más adelante actuar según lo asimilado. A medida que crecemos
vamos formando nuevos vínculos, consolidando unos y perdiendo otros. La pérdida
de contacto y proximidad tras establecer esos lazos genera un periodo de
desasosiego antes de recuperarse de esa pérdida, lo que se conoce como duelo.
Todas las relaciones son de vital importancia humana, no solo para el potencial
del desarrollo personal, su alteración repercute de manera global en el
comportamiento posterior de la persona. Queda marcada una cicatriz en su
memoria que difícilmente puede obviar o borrar. La inseguridad, la falta de
autoestima y de confianza en nosotros mismos/as son ejemplos de posibles
alteraciones del vínculo. El vínculo afectivo comienza mucho antes de que el
recién nacido abra los ojos al mundo. Las sensaciones y experiencias que vive y
percibe desde el vientre materno influirán en su adecuado desarrollo y formación.
La capacidad de establecer nuevos vínculos de apego permanece abierta toda la
vida. El apego es un vínculo generoso: cuanto mejor esté vinculado el niño/a al
padre y/o a la madre, más probable es que se vincule a otras personas. El
desarrollo y crecimiento del individuo hace que los vínculos y figuras de apego
cambien. Hazan y Zeifman afirman que la función del apego en la edad adulta
sigue consistiendo en proporcionar apoyo y seguridad. Sin embargo, Weiss añade
que esa seguridad se otorga “potenciando las capacidades de la propia persona
para superar las situaciones que supongan un reto para su seguridad”, en lugar
de protegiendo. La figura de apego suele ser la pareja, y los padres o la
familia nuclear pasan a tener una posición secundaria.
TIPOS DE APEGO EN LA INFANCIA En función de
cómo establezca la niña o el niño el vínculo con su cuidador, hablaremos de
tres tipos de apego fundamentales:
APEGO SEGURO Estos niños han aprendido que sus
cuidadores (al menos uno de ellos) les son incondicionales. Los quieres,
valoran y cuidan eficazmente. Saben que estas figuras están presentes o
disponibles siempre que las necesitan. El origen de este apego está en el éxito
en la relación entre los cuidadores y el niño, en la intimidad lograda, en la
disponibilidad y accesibilidad de los cuidadores, en la respuesta pronta,
afectiva y eficaz a las demandas del niño, y en la coherencia de las
relaciones. Es así como aprenden a sentirse seguros y queridos, confiar en los
demás y saberse valiosos.
APEGO AMBIVALENTE Son niños/as que
establecen un patrón de inseguridad o duda en la relación. No consiguen estar
seguros de la incondicionalidad de las figuras de apego (por eso necesitan
mucha aprobación, que les demuestren una y otra vez que los quieren), de su
disponibilidad o accesibilidad (por eso no aceptan las separaciones), de su
cariño de la valoración que hacen de ellos, y por último, de su eficacia. El
miedo al abandono, a no recibir respuesta o que ésta sea insuficiente, la duda
de cómo les valoran sus cuidadores, está presente. Las causas pueden ser
diversas, como la incoherencia en la conducta de los cuidadores, el chantaje
emocional como forma de disciplina, la propia inestabilidad en las relaciones
entre los padres, etc.
APEGO EVITATIVO Los niños/as que han
desarrollado este apego han aprendido que no pueden contar con sus figuras de
apego. No los quieren, ni valoran ni tienen capacidad para ayudarlos. Han
aprendido a no expresar ni entender las emociones de los demás, a evitar el
contacto emocional que siempre les fue frustrante. Acaban formando una especie
de coraza invisible, que los lleva a rechazar la intimidad y a comportarse como
si no les importaran los demás. Construyen una aparente autonomía que no es
tal, sino que se trata de un conjunto de estrategias aprendidas para sufrir lo
menos posible. Las causas son el rechazo emocional de los cuidadores, la falta
de respuesta a sus demandas, la falta de interacción íntima, la interacción
fría y distante, la falta de disponibilidad y accesibilidad, la ineficacia ante
las ayudas que ha necesitado, la minusvaloración, etc.
LA INTEGRACIÓN O INCLUSIÓN EN LA INFANCIA, y su contrario, la exclusión es otra
de las grandes memorias que van configurando la manera como cada persona vive
su conflicto de abandono. Un niño que es excluido de los juegos, de alguna
manera está marcado, un niño que sufre acoso, persecución y violencia, profundizará
enormemente su conflicto de abandono. Yo suelo preguntar a los padres de mis
pacientes niños si sus hijos son “populares” en la escuela, si tienen amigos,
si juegan con los demás niños… la exclusión del niño y el acoso, son
ingredientes importantes de la huella de abandono.
SIETE FUENTES DE AMOR QUE FORJAN LA AUTOESTIMA Y LA HUELLA DE ABANDONO
Alfonso Ruiz Soto ha desarrollado una fascinante visión de los tipos de personalidad:
el Heptagrama, siete tipos básicos en los cuales podemos vernos reflejados todos
los seres humanos, hay suficiente material publicado por él y por sus
seguidores al respecto, aquí solo mencionaré que cada tipo tiene unas
características determinadas que se resumen en el nombre que reciben:
Estructurado, Energético, Expansivo, Solitario, Sensitivo, Agudo y Carismático.
Las siete fuentes de amor corresponden a un anhelo concreto de cada tipo del Heptagrama,
que a su vez será el canal donde se notará más su conflicto de abandono. Esos
siete anhelos, o esas siete fuentes de amor y anhelo, son compartidas por
todos, pero particularizadas en cada tipo, de esta manera:
El estructurado buscará CONOCIMIENTO y se equilibrará con la humildad
El energético busca la COMPRENSIÓN y se equilibra con la paciencia
El expansivo busca el AFECTO y se equilibra con la templanza
El solitario busca la INSPIRACIÓN y se equilibra con la generosidad
El sensitivo busca el APOYO y se equilibra cuando es diligente
El AGUDO busca el RECONOCIMIENTO y se equilibra cuando es servicial
El carismático busca PLACER y se equilibra con la castidad.
Nadie escapa a la huella de abandono, la intensidad por supuesto,
es variable. Cuando la huella de abandono es muy profunda los apegos y las
conductas compulsivas serán más evidentes: sexo, poder, dinero, fama,
sensaciones (adicciones), etc.
El apego mayor, que es a nuestra madre, se manifiesta sobre todo en nuestra
vida amorosa, ese vacío, esa huella de abandono maternal -cuando está
magnificada y muy activa- es la que hace que las personas vivan sus relaciones
amorosas siempre con toques de enamoramiento, en el sentido patológico, porque
quizás la sensación que subyace es la de “por fin he encontrado la madre que
buscaba”, y el desamor lo vive como le ocurre a un niño a quien arrancan
bruscamente del pecho de su madre, enamorarnos (en el sentido patológico) con
una gran dosis de sufrimiento, en el fondo, es querer llenar nuestro vacío con
alguien más, querer poseer a alguien para llenar el hueco que en el fondo nadie
puede llenar, porque muchas veces le pedimos a nuestras parejas (amigos y
cualquier fuente de cariño) que nos de lo que en realidad anhelamos recibir de
nuestra madre.
Hay formas más sutiles de expresión de la huella de abandono, por ejemplo, hay
personas que tienen el anhelo de encontrar vínculos en el trabajo, deseando que
les dé más de lo que se puede dar, es una demanda infantil, incluso, podríamos
ver la huella de abandono en la pertenencia a un club de futbol, a una idea
política, a las enseñanzas de un gurú.
El conflicto de abandono está en la base de muchas conductas compulsivas, del
miedo, de la violencia, la auto conmiseración, y sobre todo de muchas
enfermedades.
EL CONFLICTO DE ABANDONO EN LA ADOLESCENCIA
El bebé necesita atención, cuidados, alimento, cariño, etc. nada más por SER, a
diferencia de un adulto que aprende a generar las condiciones para recibir
atención, cuidados, alimentos, cariño, etc. Es por ello por lo que la
adolescencia es un momento crucial para empezar a reparar la huella de
abandono, darse cuenta de que el mundo no gira a nuestro alrededor, que la vida
es una caja de bendiciones y sorpresas espontáneas, mezcladas con una buena
dosis de esfuerzo, responsabilidad y compromiso. Tú eres tus compromisos, tus
compromisos te definen, un adolescente no tiene compromisos, alguien que no ha
reparado, que no ha puesto consciencia en su huella de abandono, no puede
comprometerse con nada, será un adolescente eterno.
PARA SANAR LA HUELLA DE ABANDONO
La huella de abandono se puede reparar, es importante empezar a transformar la
pregunta ¿Por qué no me dan lo que yo necesito?, a ¿Qué tengo que hacer
para generar lo que me hace falta para ser feliz?, ¿Qué puedo hacer para
asentir al hecho de que la vida es un cúmulo de encuentros y desencuentros, de
principios y finales, etc.?
¿Cómo reparar / sanar esa huella de abandono? Con la
consciencia, con el autoconocimiento, para mi es básico reconocer los apegos
personales, el tipo de personalidad que uno tiene, los anhelos que hay en la
persona que soy, etc. y también conocer, sin juicio a nuestros padres,
reflexionar tranquilamente si nos hemos sentido confirmados, amados, nutridos,
etc. si en algún momento ellos sintieron repugnancia, vergüenza, miedo, culpa,
etc. respecto de nosotros, y debe ser una reflexión sin juicio, constructiva,
¡ESTAMOS VIVOS! y mientras lo estemos todavía tenemos una oportunidad, de
desapegarnos, de detenernos en silencio para contemplar, para alegrarnos de
estar vivos. Conocer nuestra huella de abandono nos permitirá comprender
nuestro apego a personas, cosas y situaciones.
El anhelo mueve la vida, y los anhelos profundos, además de avisarnos de una
gran huella de abandono, también nos han hecho perder gran esplendor en nuestra
vida; la búsqueda compulsiva de sexo, dinero, fama, poder, sensaciones; etc.
nos ha arrebatado muchas veces la joya invaluable del presente. Por otro lado,
están las personas que ya no tienen anhelos, viven apagados y resignados al
vacío interior y a su sensación de estar desconectados. Ya no les interesa
conocer, que les comprendan, que los quieran, ya no buscan la inspiración, han
abandonado el deseo de ser apoyados, ya no se esfuerzan por ser reconocidos… ya
no buscan el placer; están un poco muertos en vida. Alégrate puede de que estás
vivo y que puedes gestionar tu huella de abandono, que es un dolor, sí, pero
también un motor de búsqueda una posibilidad para despertar, para aprender que
sólo podemos disfrutar de lo que podemos prescindir.
Muchas personas han tenido mucha suerte en la vida, pues no han necesitado de
terapeutas, lecturas o seminarios especiales, simplemente han recibido el amor
que necesitaban en un momento determinado, alguien ha venido a ayudarles a
perder al miedo y en momentos cruciales de su vida han podido experimentar el
soporte de un clan, de una tribu, es decir, han sentido LA FUERZA DE LA
PERTENENCIA.
Si no sabes cómo gestionar tu huella de abandono busca al experto que te
permita:
RECONOCER todo aquello que hubiese generado y / o profundizado tu huella de
abandono
RECOGER, es decir, hacer la paz con la biografía, dice Milton Erickson que nunca
es tarde para fabricarse un buen pasado (nunca es tarde para tener una infancia
feliz), y dice Alfonso Ruiz Soto que “Nunca es tarde, siempre es AHORA”, se
trata pues de vivir el presente en ese sentido que también tiene: regalo y
oportunidad
RESIGNIFICAR porque eres un adulto con una asamblea de valores (Idea de Mayte
Pascual expresada en su libro EL METODO KEY) que te pueden permitir transformar esa huella
de abandono, se trata de añadir instantes de valor desde esos cinco valores que
conforman la asamblea del adulto que se ha propuesto evolucionar: la libertad,
la consciencia, la coherencia, el amor y la autenticidad.