jueves, 20 de enero de 2011

QUE MIS PALABRAS TE ACOMPAÑEN


En los años setenta, la escritora mexicana Emma Godoy escribió el libro “Que mis palabras te acompañen” un libro que fue todo un acontecimiento para muchas generaciones que nos interesamos en libros de autoayuda, un libro con palabras alentadoras, palabras que dieron sentido a nuestras vivencias.

Quisiera despojar de arrogancia lo que escribiré a continuación, mi intención es simplemente agradecer a quienes han confiado en mis palabras.

Hace muchos años que algunos pacientes cuando están pasando por un momento difícil me piden que les de una frase para lo que están viviendo, suelen ser personas muy humildes, aunque también me he sorprendido que algunas personas de gran cultura han aprovechado mis palabras para dar sentido a su momento vital.

Pienso que todos vamos escuchando o leyendo a diario palabras que clarifican el caos, que le dan sentido al misterio de estar vivos, que nos alientan para reemprender el camino. En estos últimos días he recibido mensajes al teléfono móvil, correos electrónicos y hasta alguna carta de una campesina de la Sierra de Monte Escobedo en México, agradeciendo por “aquello que dije o escribí”, siempre he sido consciente que las palabras de un terapeuta son rumiadas y evaluadas, pero estas recientes manifestaciones las recibo como una invitación a cuidar aún más mis palabras y espero que la fuente de las palabras me otorgue las que necesita el que viene a consultarme.

Emma Godoy es recordada por sus palabras, pero también por su lucha para que los ancianos fuesen tratados con dignidad, inculcaba a los jóvenes la necesidad de cultivar la libertad, el amor y la dignidad; virtudes que ella consideraba era posible vivirlas aún en la vejez.
Me alegra que algunos atisben su esperanza, gracias a las palabras que he dicho o he escrito.

viernes, 14 de enero de 2011

PALABRAS


Las palabras permiten a los seres humanos explicar y trascender la realidad, con las palabras podemos construir y destruir.

Desde niño aprendí a elegir las palabras que me permitieran entender mi propia realidad, y atrapaba las que me daban confianza y las convertía en el pulso que sostenía la vida, gracias a las palabras podía estar vivo, ellas podían darme alegría, imaginación, pasión y sentido.

Con las palabras se puede superar el caos, con las palabras puedes acercarte al misterio del ser humano.

Estos días me he sorprendido gratamente de las palabras de mis amigos y pienso que tendría que agradecer a ellos y a quienes me ayudaron a articular mis primeras palabras, gracias a eso estoy vivo.

martes, 11 de enero de 2011

THE WAY BACK


Fui ayer a ver “The way back”, llamada en español “Camino a la libertad”, una impactante película que me hacía recordar todas las vicisitudes, enredos, pasiones, mezquindades y también bondades de las que somos capaces los seres humanos y que bien describe Vasili Grossman en “Vida y destino”.

Si no has visto la película me perdonarás que explique una minúscula escena en la cual en medio de una tormenta de nieve, en medio de un inmenso bosque helado, y en el cual es fácil enloquecer y perder la vida, de pronto son capaces de construir un refugio con ramas que les permite sobrevivir a la tormenta.

Una escena que me impactó sobre manera, sin duda a veces los amigos son esas ramas que te permiten sobrevivir.

viernes, 7 de enero de 2011

PENSANDO EN CHICAGO


La luz entraba con dificultad a través de una pequeña ventana que daba al nivel del pavimento en aquel sótano habilitado como vivienda, es la calle 26 en Chicago, cerca de “La Villita”. La imitación madera en las paredes, la alfombra marrón, solo son contrastados con aquella música juguetona: “senderito de amor”. Dorotea y Ángel bailan con pasitos cortos y miradas amorosas, ella sonríe como una adolescente, él la mira como diciendo: “contigo sí”. A Dorotea y a Ángel, los años se les echaron encima, como niños traviesos, los cuentan ya casi por sesenta.

Ella dice que extraña México pero que le gusta Chicago, y aquí se queda.

Él dice que extraña Colombia y que no le gusta Chicago, pero le gusta Dorotea.

Ella dice que si Medellín es tan violento como la película que acaban de ver, le dará mucho miedo ir, ya bastante tenía con la colonia Buenos Aires de la ciudad de México.

Él dice que Fernando Vallejo está amargado y el que hizo la película más, que no todos son sicarios.

Ella bebe un poco de tequila y le pide que ponga otra vez la canción pero en voz de Pedro Infante, que es la de la película.

El bebe un poco de aguardiente “guaro”, guarda el disco de Julio Jaramillo y le hace un guiño: “Ay los mexicanos, son unos sentimentalones, y nacionalistas post mortem: ....si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí...”

Ella no entiende eso de “post mortem” y gesticula con la boca, como hacen los niños regañados, pone su mano en la cintura esperando el baile.

Él la abraza con ternura y le aparta el pelo de la cara: “las mujeres con los cabellos en la frente no tienen las ideas claras”.

Ella dice que todavía no entiende como acabó trabajando en una fábrica de lápices, si siempre trabajo en la máquina de coser.

El se ríe mucho de ella cuando se entera de que frecuentemente, el conserje de la fábrica encuentra un lápiz partido en dos.

Ella dice que por culpa de esa fábrica ella ha vuelto a llorar muchas veces con los recuerdos, y que sus hijos le dicen cariñosamente “tontita”, su hija Andrea le dice: “amemos el pasado, porque si es pasado hemos sobrevivido”.

El le dice que ella es como un lápiz, una alma de grafito que no se ha mezclado con arcilla, y un cuerpo de buena madera que se ha ido puliendo con el tiempo.

lunes, 3 de enero de 2011

LECTOR


Leer hasta caerse en una zanja callejera, leer si es posible con una pequeña linterna debajo de las sábanas para no despertar a nadie, leer libros enteros en los viajes y recordar los sitios asociados al libro, leer hasta llorar mientras los cuerpo veraniegos que te rodean entran y salen de la piscina, leer y reír importunando un poco a los presentes en la biblioteca, leer con la pasión de un santo, leer para entender, leer para crecer, leer por leer...

De niño leía cuando llegábamos por la tarde del barbecho, siendo adolescente soñaba los libros y las historias que leía, siempre tuve interlocutores que me estimularon y me abrieron las vetas de la literatura, lo mismo fuera una monja rebelde, un profesor envejecido, un bohemio trasnochado o un incipiente escritor.

Leer mucho para hablar menos, leer mucho para soñar, para construir un mundo seguro, leer una vocación a la que últimamente le soy un poco infiel, pero a la cual empiezo a volver.