viernes, 22 de enero de 2021

¿QUÉ PASA CUANDO NO PASA NADA?

 

En tiempos como los que estamos viviendo, a ratos podríamos tener la sensación de que no está pasando nada importante, la ausencia de estímulos como los viajes, las reuniones con amigos, el contacto físico con miles de personas en un concierto o en un partido de futbol, nos ha ido metiendo a todos en una rutina, para algunos amable, para otros angustiosa porque está en peligro su futuro económico y para otros más, absurda, porque no está pasando nada. ¿Qué pasa cuando no pasa nada? que debemos disfrutar de ser libres del imperativo de tener una vida intensa y llena de sentido, disfrutar del silencio, saber estar en el ojo del huracán, en el momento presente, con una dosis prudente de atención, porque, aunque no lo percibamos, están ocurriendo cosas, algunas de ellas requerirán nuestra atención, muchas no son de nuestra incumbencia y otras simplemente necesitan nuestra paciencia.

La naturaleza es una fuente inagotable de metáforas para relativizar y al mismo tiempo jerarquizar los silencios y los tiempos muertos. La naturaleza nos enseña a que no nos tomemos nuestra vida demasiado en serio y al mismo tiempo a saber actuar en el momento oportuno, la música de fondo es que no perdamos nunca la esperanza.
La naturaleza puede extinguir la vida con una facilidad asombrosa: solo le basta un huracán, una sequía, un terremoto, una epidemia, etc. y por otro lado nos puede ofrecer una epifanía asombrosa y convertir una sabana desértica en un paraíso verde. Nos puede maravillar con la salida de una flor y con la risa de un niño. Nos manifiesta constantemente que los seres vivos hacen movimientos, cambios y adaptaciones para poder crecer, reproducirse y sobrevivir. A veces, no somos lo suficientemente conscientes de esa diáspora del mundo vegetal y animal, de esa eferevescencia que tiene la vida.

Esa consciencia de una naturaleza que puede ser silenciosa y otras veces estruendosa es la que nos permite aguantar nuestro propio silencio en los periodos de nuestra vida en los que parece que no está pasando nada, se requiere aprendizaje, no siempre es fácil distinguir una hibernación, de un periodo absurdo o de un reto.

Los seres humanos tenemos una gran necesidad de darle sentido a lo que hacemos en la vida, buscamos ser amados, pero también buscamos ser comprendidos, buscamos el placer, pero también buscamos los retos, un aspecto imprescindible del mundo animal al que pertenecemos. No siempre podemos darle sentido a nuestros pasos,no siempre somos exitosos en nuestros retos. Una leona que se lanza a cazar a una gacela, si falla, y falla en el 70 % de los casos, no se pone a pensar "quizás, yo no nací para esto", simplemente frena y espera el momento del siguiente ataque, ella nació para eso, aunque la mayor parte de las veces no tiene éxito. Nuestra vida está impregnada de acciones absurdas, de fracasos, hemos perdido el tiempo ocupados en cosas que no eran para nosotros, no hemos sabido lo que era realmente esencial para nuestra vida, para nuestra misión, y hemos perdido energía y autoestima en propósitos que no estaban a nuestro alcance. Una parte importante del absurdo que vivimos, es que nos hemos puesto metas y propósitos que no dependían de nosotros, ningún propósito que no dependa totalmente de nosotros debe ocupar nuestra energía.

Tuve una conversación con una persona “sin techo” que hace meses pasa el día en la acera por donde camino, me explicó que las pocas personas que conversan con él le han contado lo mucho que les ha cambiado la vida, “a mí no me ha cambiado nada”, me dijo, "hace mucho que tengo esta vida absurda". Hay también por el barrio un chico que camina con un cierto desatino cada día, con pasos presurosos, en cualquier época del año viste un pantalón corto muy ajustado, una chaqueta, una gorra y una mirada perdida. Por las mañanas suele deambular una mujer de unos sesenta años que cojea al caminar, lleva piercings, una cabellera larga que cambia de colores de tanto en tanto y que se deja caer por debajo de la gorra de marino que siempre lleva puesta, pasea con muchos perros, los cuida, todos le obedecen, la gente se ríe de ella, la imagen de ese personaje casi grotesco, junto con su perra obesa, la única que no va con correa, porque es "la jefa de la manada". Podría seguir hablando de muchos personajes “peculiares” de mi barrio, pero creo que en todos los barrios del mundo existen esas personas de los que muchos se burlan, a veces pienso que, gracias a ellos, el burlón de turno puede apartar la mirada de sus propios aspectos absurdos.

Todos hemos vivido cosas absurdas, nos hemos preocupado por cosas triviales que en su momento parecían el eje de nuestra existencia, hemos empleado grandes cantidades de tiempo en actividades que no tenían sentido, y por supuesto, hay quien ha estado francamente en el agujero negro del aburrimiento, ha habitado muchas veces en la habitación del sopor existencial,tanto para ellos, como para nosotros que podríamos estar viviendo una época en la que parece que no está pasando nada y qe quizas tampoco tenemos un entusiasmo disruptivo para provocar que ocurra algo, para generar una primavera, un cambio sostenible, etc. para ellos y para nosotros vale la pena recuperar la conexión con ese misterio que se llama vida y que nos vive.

Es momento de recuperar la consciencia de pertenecer a ese milagro que es estar vivos, es bueno entrar en el silencio y activar una ATENCIÓN FLOTANTE, gracias a ella sabremos si tenemos que dar un paso o simplemente tener paciencia mientras repasamos el catálogo de lo absurdo. Cuando parece que "no pasa nada", debemos recordar a la naturaleza, que aunque parezca que está en silencio durante el invierno, el tubérculo escondido en el subsuelo nos sorprenderá con una flor en la primavera, la tierra que parece apacible puede hacer emerger un volcán de la nada, una tierra pacífica podria regalarnos un terremoto, un baile mortal.

La vida nos vive, pertenecemos a este escenario donde hay fiestas y calamidades; tiempos muertos y también contemplación. Aunque parezca que no pasa nada pertenecemos al milagro de la vida y la realidad del absurdo. Estemos atentos.

miércoles, 20 de enero de 2021

NUNCA ES TARDE PARA TENER UNA INFANCIA FELIZ

“Nunca es tarde para tener una infancia feliz”, dijo Milton Erickson. Esta frase ha generado movimientos internos de optimismo y esperanza en muchas personas, especialmente en aquellos que podrían estar viviendo con la conclusión de que no tuvieron una infancia jubilosa. Suelo matizar esta frase de varias maneras: “Nunca es tarde para fabricarse un buen pasado”, “Siempre estamos a tiempo de mejorar la relación con los padres que tuvimos de niños”, etc.
Está claro que el pasado es inamovible: “El pronóstico del tiempo es que no volverá” de tal manera que no se trata de reescribir el pasado, sino más bien de darle una interpretación desde la perspectiva del adulto que somos.
¡Amamos el pasado!, porque hemos sobrevivido, porque allí había esperanza, porque ahora tenemos instrumentos para darle un nuevo significado a lo que hemos vivido.
Cuando reflexionamos en momentos difíciles del pasado, siempre tenemos la posibilidad de quedarnos en el victimismo, sin embargo hay una homeostasis innata en los seres humanos que nos permite observarlo con un toque de resiliencia, por ejemplo, alguien que siendo niño fue expulsado del salón de clase en medio de las burlas de los compañeros, cuando lo recuerda, es muy probable que se centre en una sensación de dignidad “Me salí con la mía”, “Aunque me echaron, no me destrozaron”, etc. Insisto en que todo esto no se aplica a los “victimistas profesionales”. Volvamos a esa niña o ese niño expulsado, cuando es adulto, lo explica incluso con toques épicos y resilientes: “Yo desde entonces aprendí, tal cosa y tal otra”, de manera natural obviará los sentimientos que fueron dolorosos: la vergüenza, el enfado, la tristeza, etc. Y sólo será necesario recordarlos, generalmente en un contexto de verdadera intimidad, cuando lo puede explicar a un amigo, a su pareja, a un terapeuta, etc.
Para fabricarse una infancia feliz es necesario aplicar tres “erres”: RECONOCER, RECOGER y RESIGNIFICAR.
RECONOCER: Es importante reconocer las cosas que ocurrieron, de manera natural, tendremos tendencia a borrar, olvidar, poner una gran losa encima de los acontecimientos difíciles y dolorosos; sin embargo, si ocasionaron un impacto importante en nuestra vida se manifestarán de alguna manera en nuestro día a día.
Franz Ruppert nos explica que cuando ha habido un trauma, quedan tres partes de nosotros:
Partes sanas: “Estructuras psíquica que funcionan correctamente”
Partes traumatizadas: “Las estructuras psíquicas en las que están representados los sonidos, olores, imágenes, percepciones, sensaciones corporales, sentimientos de miedo, rabia, pudor o asco y todos los pensamientos que recorren el cuerpo y la mente de una persona durante una situación traumática”.
Partes supervivientes: Las que utilizan estrategias de supervivencia “que fueron imprescindibles en la situación del trauma, pero que ocasionan más daño a la persona afectada y a su entorno social que lo que tienen de utilidad”, a pesar del nombre glamouroso, las partes supervivientes, implican mucho dolor, se pueden expresar a través del alcoholismo, de la mentira, de muchas máscaras, de síntomas, etc.
Por eso es tan importante RECONOCER, ser conscientes de lo que ocurrió.
RECOGER: Debemos darle un sitio en nuestra vida a lo ocurrido, es natural que tengamos tendencia a experimentar rechazo, fricción y aversión a los acontecimientos difíciles, sin embargo, cuando los recogemos, asentimos a las cosas tal como fueron, de alguna manera, dejan de tener el mismo peso lacerante.
RESIGNIFICAR: Ahora eres un adulto, tienes otros recursos para poner una mirada diferente a lo que ocurrió. En las sesiones terapéuticas, me gusta poner un representante para el niño que sufrió el evento doloroso y hago que el adulto le diga: “Vengo del futuro, no te ha salido tan mal, ahora tienes otros ojos, tienes otra fuerza, etc.” También les invito a hacer un recorrido por todas las cosas bellas que han ocurrido en su vida desde aquel acontecimiento: personas que les han amado, amigos que han aparecido en el camino, viajes que han hecho, comidas que han disfrutado, películas que les han inspirado, libros que les permitieron placer y transformación, etc.
Por supuesto que es muy importante despojar al adulto de muchas exigencias que el niño tiene de un mundo perfecto, de hecho llegamos a convertirnos en adultos cuando somos conscientes que no hace falta estar en un mundo perfecto, que no es un absoluto tener todas las certezas, que no es un imperativo haber conseguido todos los objetivos, que el certificado de ADULTO se puede tener sin ser perfecto, y que ese certificado incluye el derecho a estar equivocado y a que las cosas no salgan bien, pero que, como adulto, has aprendido a asentir al resultado de la historia de tu vida.
No hemos tenido padres perfectos, no nos acompañaron en nuestra niñez adultos perfectos. La educación de un niño no implica solamente la explicación de como “ser bueno”, requiere que los adultos que le educan hagan cosas con ellos, exploren al mundo con ellos, que tengan experiencias con ellos, que intercambien palabras, que le den significado a lo que se vive para que el niño pueda seguir manteniendo la sensación de “unidad interna” a pesar de los contratiempos… asunto difícil, sin embargo, ¡Tú ahora eres un adulto! Tienes la oportunidad de experimentar, de hacer cosas, de verbalizar lo que sientes, de atreverte a experimentar tus necesidades, de pedir cosas concretas y que realmente necesitas para darle sentido a lo que vives.
Es paradójico que de niños queremos SER, de adultos queremos TENER y de viejos queremos VIVIR. Quizás ahora que eres adulto, es un buen momento para recuperar el ser y no esperar a la vejez para vivir. Alguna vez leí que el niño quiere cambiar al mundo, el joven quiere cambiar la sociedad, el adulto quiere cambiar a su familia y el viejo quiere cambiarse a si mismo… quizás el cambio que el adulto necesita es tener un relato coherente y digno de su vida, y eso empieza con empezar a construirse un buen pasado, es decir, una infancia reconocida, recogida y resignificada.
ILUSTRACIÓN DE:
http://capitan-mas-ideas.blogspot.com/

miércoles, 6 de enero de 2021

LA TOMA DE DECISIONES

 

La indecisión es uno de los sentimientos más complicados. A la hora de elegir todos quisiéramos tener la seguridad de que estamos eligiendo correctamente, mucho nos ayudaría si bajara Dios entre rayos y truenos y nos dijera: "Tu paso siguiente es ESTE" pero no bajará, el niño cerrará los ojos para que las cosas se resuelvan solas, el adulto deberá tomar una decisión.

Cuando estamos indecisos, lo estamos por ambición, queremos lo mejor.

Un aspecto doloroso cuando no nos decidimos por algo, es que, si fuera una encrucijada, si fuera un asunto vital, no hay mucho que decidir, te lanzas y punto. Nos ponemos indecisos con cosas que, en el fondo, no son tan importantes; peor aún, muchas veces estamos indecisos porque las opciones no son demasiado fuertes o atractivas.

Otro aspecto a considerar es, ¿Cuál es el momento apropiado para abandonar un asunto?, ¿Cuándo insistir?, nuestra vida es un equilibrio constante entre dejar algo en lo que estamos ocupados o decidir soltarlo.

Todos quisiéramos elegir bien, pero no olvidemos que, el verdadero éxito, no es elegir lo correcto, el verdadero éxito es comprometernos con nuestras decisiones.

FOTO: “Un caballero en la encrucijada” Victor Vasnetsov, museo ruso de San Petersburgo