sábado, 21 de noviembre de 2015

SILERE, TACERE

Estar en silencio no es lo mismo que estar callado, ninguna de las dos cosas es productiva, pero el silencio tiene un toque místico, estar callado es simplemente no usar la voz, no hacer ruido.
El silencio tiene mucha fuerza, siempre he tenido especial veneración por las personas que me pueden explicar sus dificultades sin quejarse y sin dramatizar de manera excesiva. Soy de los que piensa que puedes expresar que algo te duele sin darle tantas vueltas con la cabeza, se puede llorar, sentir ansiedad, miedo, un nudo en alguna parte del cuerpo, etc. pero seguramente las personas despiertas no se recrean en el lamento, ni en la queja, si algo duele lo sientes, lo expresas, lo lloras, lo gritas, etc. pero una persona despierta no le da vueltas: El dolor es inevitable, el sufrimiento es una elección.
Es fácil identificar al silencio con la ausencia de ruido, pero a veces en medio de las dificultades también puedes estar en silencio, silencio es pausa, asentimiento, ritmo e incluso conexión. Cuando alguien sufre algo muy difícil, cuando un dolor es verdadero, algo en el ser del sufriente se queda en silencio.

La fisiología nos enseña que el silencio está al alcance de cualquier persona que respire, está al alcance incluso de los que somos ruidosos. Me fascina pensar en ese breve instante en el que la inspiración cambia a espiración y viceversa: No pueden estar las dos al mismo tiempo, y justo en ese cambio ALLÍ ESTÁ EL SILENCIO.


sábado, 7 de noviembre de 2015

UN MUNDO SIN PAUL AUSTER

Muchas personas no han leído a Paul Auster, en estos días me he encontrado con varias personas que me lo confirman, más allá de si pueda ser considerado como un autor ínclito, es una referencia personal literaria cuando quiero explicar el sinfín de sincronías y casualidades con las que nos encontramos de manera cotidiana todos los seres humanos. Los lectores de Auster saben a qué me refiero, y muchas veces doy por sentado que las personas medianamente cultas han leído a Paul Auster.

Resulta que no solamente mucha gente no ha leído a Paul Auster, sino que además podríamos simplificarlo diciendo que simplemente muchas personas no leen, así mismo podríamos decir que la mayoría de la gente no está atenta a ese cúmulo de casualidades que la vida nos ofrece casi cada día.

El otro día me encontré en un solo día a tres personas que habían nacido el mismo día que yo, el día 25 de octubre y como corolario la tercera persona era del mismo día y el mismo año que yo. Hace un mes me topé con un hombre que se llamaba igual que mi padre, igual que yo puesto que me llamo como mi padre, que había nacido el mismo día, mes y año que mi padre. Me quedé estupefacto, pues la vida me estaba ofreciendo una realidad paralela en un mundo real: estaba viendo otra versión de mi padre a diez mil kilómetros de donde vive él y la versión de mi mismo dentro de 23 años que son los que me separan de mi padre.

Paul Auster se ha convertido en los tiempos recientes en un clásico contemporáneo, su peculiar universo onírico e inconsciente se va revelando poco a poco en cada uno de sus libros, y aunque cada uno de ellos se presenta como una obra acabada, siempre tienes al sensación de asistir a la epifanía de una mente creativa en constante ebullición. Cierto es que a veces tienes la sensación de estar leyendo lo mismo: historias de coincidencias, personajes encerrados, nihilismo existencialista, etc. y sin embargo cada libro nuevo es capaz de sorprenderte. Por mi parte me he acostumbrado a la frase “Efecto Paul Auster” para referirme a las múltiples coincidencias y hechos sorpresivos que han rodeado mi vida.

Leí de un tirón “La invención de la soledad, un libro que Auster escribió el mismo día en que murió su padre, es una especie de reflexión sobre su relación con su padre, un libro intimista, respetuoso pero al mismo tiempo descarnado, un buen libro para que cualquier persona reflexione sobre la relación con su padre; solo equiparable al libro de Philip Roth “Patrimonio” que narra la relación del escritor con la enfermedad terminal de su padre.

En el año 2007, Auster dijo que no tenía nada más que publicar y lo dejó, pero, –al igual que sus personajes- después de la crisis se reinventa; un hombre y un escritor coherente.


Vivimos en un mundo de Paul Auster sin saberlo, y mucha gente vive sin saber que Paul Auster Existe.

Por cierto, Paul Auster tiene la misma edad de mi padre.

jueves, 5 de noviembre de 2015

LA LLAVE DE LA VIDA

Un día por la noche Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de una farola, mirando hacia abajo. Pasa por allí un vecino.
- ¿Qué estás haciendo Nasrudín, has perdido alguna cosa?- le pregunta.
- Sí, estoy buscando mi llave.
El vecino se queda con él para ayudarle a buscar. Después de un rato, pasa una vecina.
-¿Qué estáis haciendo? - les pregunta.
- Estamos buscando la llave de Nasrudín.
Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar.
Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato acaban por cansarse. Un vecino pregunta:
- Nasrudín, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar?
- No, dice Nasrudín
- ¿dónde la perdiste, pues?
- Allí, en mi casa.
- Entonces, ¿por qué la estamos buscando aquí?
- Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura.
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Buscamos la llave de la vida afuera, donde creemos que hay luz: en los libros, en los sabios, en la filosofía, en las religiones, etc. La llave está en nuestra casa, en uno mismo, y nuestra casa está a oscuras. Cuando percibimos nuestras sombras, nos hacemos responsables de ellas y las iluminamos si podemos, es cuando tenemos la llave de la vida y empezamos a evolucionar.