sábado, 21 de noviembre de 2015

SILERE, TACERE

Estar en silencio no es lo mismo que estar callado, ninguna de las dos cosas es productiva, pero el silencio tiene un toque místico, estar callado es simplemente no usar la voz, no hacer ruido.
El silencio tiene mucha fuerza, siempre he tenido especial veneración por las personas que me pueden explicar sus dificultades sin quejarse y sin dramatizar de manera excesiva. Soy de los que piensa que puedes expresar que algo te duele sin darle tantas vueltas con la cabeza, se puede llorar, sentir ansiedad, miedo, un nudo en alguna parte del cuerpo, etc. pero seguramente las personas despiertas no se recrean en el lamento, ni en la queja, si algo duele lo sientes, lo expresas, lo lloras, lo gritas, etc. pero una persona despierta no le da vueltas: El dolor es inevitable, el sufrimiento es una elección.
Es fácil identificar al silencio con la ausencia de ruido, pero a veces en medio de las dificultades también puedes estar en silencio, silencio es pausa, asentimiento, ritmo e incluso conexión. Cuando alguien sufre algo muy difícil, cuando un dolor es verdadero, algo en el ser del sufriente se queda en silencio.

La fisiología nos enseña que el silencio está al alcance de cualquier persona que respire, está al alcance incluso de los que somos ruidosos. Me fascina pensar en ese breve instante en el que la inspiración cambia a espiración y viceversa: No pueden estar las dos al mismo tiempo, y justo en ese cambio ALLÍ ESTÁ EL SILENCIO.


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