miércoles, 12 de mayo de 2021

EL LÍMITE DEL PLACER, ES UN PLACER SUPERIOR

 

Vivimos una época paradójica, nuestra cultura es profundamente hedonista, los medios de comunicación nos seducen con experiencias, nos venden placer y es un hecho evidente que todos buscamos placer; sin embargo, al mismo tiempo, nos boicoteamos fácilmente, no nos permitimos experimentar placer, y cuando tomamos consciencia de que tenemos bienestar, experimentamos culpa, y aún más pocas veces nos alegramos cuando nos damos cuenta que otros están experimentando placer.

La paradoja es que, una persona que no se permite placeres, quedará atrapada en la repetición del mismo placer que ya conoce, aunque sea un placer burdo y sin profundidad.
Todos los seres sintientes, especialmente los seres humanos necesitamos placer, la capacidad de sentir, va asociada a la búsqueda de placer.

Muchos placeres nos van a acompañar toda la vida: el contacto del agua sobre nuestra piel, los sabores y la textura de los alimentos, la contemplación de la belleza, etc. cada época de nuestra vida tiene sus propios placeres, con los años, la mayoría de los placeres van perdiendo estridencia, sin embargo, la toma de conciencia nos da la posibilidad de disfrutar los placeres ya conocidos con una nueva profundidad, con una nueva atención, con un interés distinto. Seguramente un niño no contemplará un atardecer como lo contempla una persona que lleva mil historias escritas en su cuerpo, una persona que con los años se vuelve como un utensilio de la cocina, lleno de manchas, de abolladuras, de recuerdos, de alegrías, de historias imborrables y de tragedias, pero igual que esa vasija de la cocina, cocina mejor, es decir, su historia y sus vivencias le permiten  contemplar al atardecer con la analogía de la muerte "La única muerte que nos parece bella, es el atardecer".

Con los años, si estamos despiertos, la percepción de la belleza se convierte en uno de los grandes placeres. 

Cada época tiene su peculiar abanico de placeres, el problema es cuando las personas quieren seguir teniendo los mismos placeres y la misma intensidad de cuando tenían 25 años.
El placer está al alcance de cualquier ser humano que esté abierto a que la vida le sorprenda con placeres con los que no está obstinado, he visto pacientes con enfermedades terminales, disfrutar profundamente un bocado de tortilla de patatas, alegrarse por tener unas sábanas agradables, por tener caricias que les despiden y les bendicen en su camino.

lunes, 10 de mayo de 2021

NUESTRAS REPETICIONES NOS DEFINEN: Prometeo y Sísifo



Sísifo, engañó a Tánatos, la muerte, le puso unos grilletes y nadie murió en la tierra hasta que Ares liberó a Tánatos, Sísifo fue castigado a empujar una roca en una montaña, un poco antes de llegar a la cima, la roca vuelve a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso. Pero como Sísifo fue un hombre de recursos, antes de morir, dijo a su mujer que no ofreciera el sacrificio habitual a los muertos, de esta manera, cuando ya estaba en el lugar de los muertos, convenció a Hades que le permitiese volver al mundo superior para castigar a su mujer, de esta manera pudo volver a la tierra y morir de manera natural, siendo un anciano.

Prometeo Roba el fuego a Zeus para darlo a los seres humanos, en castigo, será encadenado y un águila le comerá el hígado cada día, pero como es inmortal, por la noche el hígado se reparará, pero, además, Prometeo conoce el secreto de cómo será derrocado Zeus. De esta manera, el complejo de Prometeo consiste en querer saberlo todo, y al mismo tiempo, es una especie de Edipo intelectual, no desea poseer a la madre, sino el conocimiento del padre. El castigo a Prometeo impuesto por el poderoso Zeus, es una especie de castración, lo interesante es que Prometeo hace propia esa castración, necesita estar castrado / castigado y necesita al castrador / castigador, para vivir la repetición que es la neurosis, el guion inconsciente de vida, el destino mediante el cual estructura el tiempo que tiene para vivir y que muchas veces le permite reprochar a los otros, especialmente a los padres, y de esta manera puede evitar tomar consciencia como adulto y dar una nueva significación a la repetición, el inconsciente patalea a través de la repetición.


Tanto Prometeo como Sísifo, están condenados a la repetición, ambos hacen cosas en favor de los humanos y ambos son castigados, Prometeo les da la luz del conocimiento y Sísifo les impide morir. En ambos casos, para el ser humano de nuestro tiempo que “vive” el mito de Prometeo o de Sísifo, la repetición permite la gestión de un asunto "imposible" de un destino difícil, y, además, la repetición produce placer, ¿Por qué hay placer en la repetición? Freud vio a su nieto lanzar un juguete y luego recuperarlo: “Se fue”, “Ha vuelto”, comprendió que la repetición genera el placer de dominar al objeto, tener bajo control las ansiedades y la realidad, cada repetición perfecciona ese dominio. En los niños, es evidente que la repetición produce placer, en los adultos también, pero ríen menos que los niños. En el caso de Prometeo, hay un placer añadido, posee un secreto: sabe cómo caerá Zeus, y prefiere mantener la neurosis, (la repetición) antes que deshacerse del secreto. Esa repetición, ese destino, ese juego psicológico, esa neurosis del Prometeo de nuestros días se sostiene con la ilusión con la que se sostienen muchos juegos psicológicos: un día habrá un ajuste de cuentas. 

Sísifo vive el infierno de la repetición, nunca concluirá nada, nunca consolidará un éxito. Si los mitos ayudan al hombre a superar la ansiedad que se experimenta ante las cosas absurdas y difíciles del mundo, Sísifo permite la descarga de la ansiedad que supone el trabajo inútil y sin esperanza. Podemos decir que, todos los seres humanos tenemos nuestro propio “Sísifo”, de hecho, lo que nos distingue a unos de otros es aquello que repetimos, somos nuestras repeticiones, nuestras repeticiones nos definen.

Bluma Zeigarnik observó en 1923 como un camarero era capaz de recordar fácilmente una larga lista de pedidos pendientes, y sin embargo, difícilmente recordaba los platos que acababa de servir.
El efecto Zeigarnik define la tendencia a repetir y recordar tareas inacabadas o interrumpidas con más facilidad que aquellas que han sido completadas. El ser humano se ve compelido, atrapado en terminar lo inacabado, eso es la repetición, se repite para terminar, para concluir lo inconcluso, para conectar lo desconectado, para finalizar lo pendiente. Esta repetición es la que nos permite comprender, la continuación y repetición de tragedias y destinos en una familia, hay algo inacabado que se debe completar. En esa misma línea Freud señaló que lo que no está comprendido reaparecerá inevitablemente, al igual que un fantasma, y no descansará hasta que el misterio se hubiese resuelto y el hechizo roto.

La repetición de Prometeo, es pasiva, es un animal que le come el hígado y son sus propias entrañas las que renacen, en Sísifo, la repetición es activa, es él quien tiene que empujar la piedra, en ambos casos la repetición controla la ansiedad, le da expresión a la neurosis. Podemos decir que la neurosis de Prometeo tiene tintes de arrogancia intelectual y la neurosis de Sísifo, incluye un asentimiento a la realidad, mediante la cual se va transmutando, se va petrificando, pero al mismo tiempo, la piedra (la realidad) se va “humanizando” Sísifo se va convirtiendo en piedra y la piedra se va convirtiendo en humano.

¿Qué hacer? cada uno debe tomar conciencia serenamente de las "repeticiones" de su vida, de sus inercias, de lo que parece su destino, y en la medida de lo posible, ser disruptivos en la repetición, proponerse NUEVOS actos, hábitos, compromisos e intereses, soltar el discurso con el que sostiene el mito que nos hace sufrir, para poder gestionar nuestra neurosis y nuestras repeticiones de manera más amable y creativa. Para quien claramente está viviendo el mito de Prometeo, debe agradecer la inmortalidad del conocimiento, pero al mismo tiempo, debe reflexionar sobre los aspectos de su vida familiar que le llevaron a querer arrebatar el conocimiento paterno y comprender que, quizás sea mejor empezar a tener el propio poder y dejar al poderoso en paz.

La diferencia entre Prometeo y Sísifo, es que uno tiene esperanza y el otro no. Prometeo sufre porque tiene la esperanza de verse liberado en algún momento de ese dolor; la paradoja es que de allí surge su dolor, de la esperanza. Sísifo en cambio, se sabe perdido, sin esperanza, sin el opuesto del dolor, sólo está él y su roca, su castigo se vuelve su compañero se vuelve parte de él, de su rostro, hasta llegar al momento que su rostro se petrifica y la piedra se humaniza. Este es Sísifo, el auténtico vencedor de los dioses, que le tienen sin cuidado, pues no los ofende, ni los sepulta para después ir a rezarles al pie de su tumba: simplemente les dice adiós. De ahí que los haya vencido, pues, ¿cómo imaginar a los dioses sin seres inferiores que les rindan culto, que les teman y que mediante ese temor piensen que les une un lazo de amor? 

Sísifo ha vencido porque prescinde de los dioses, Prometeo todavía espera algo de ellos.