domingo, 28 de mayo de 2017

FAULKNER es el maestro



La literatura de Faulkner ser desarrolla en su propio territorio, un condado imaginario en el cual él es el dueño y el propietario, esta duplicación de lenguaje, es algo típico en Faulkner es su sello característico: “Owner” de origen sajón y “Propietor” de origen latino.

García Márquez siempre ha reconocido que su “Macondo”, de “Cien años de soledad” no es original del todo, pues sin duda Faulkner es el inspirador de muchos posteriores, sobre todo con esa marcada obsesión por la genealogía –tanto en García Márquez como en Faulkner- donde todo mundo quiere encontrar referencia a un antepasado, toda familia quiere provenir de una familia ilustre, es por ello que Faulkner se empeña en explicar constantemente quien es mestizo, quien cuarterón, quien ochavón.

La obra de Faulkner –aunque ficticia- está enclavada en un momento concreto de la historia de los Estados Unidos: El asentamiento en el sur, la guerra civil, etc, pero solo son cabos que permiten sostener la literatura, y digo literatura porque en los verdaderos escritores muchas veces los argumentos son secundarios, lo que interesa es cómo se los cuenta, qué se hace con el idioma. Muchos best seller’s son como una serie de televisión donde el lector está pendiente de lo que va a pasar, en la buena literatura también es importante el argumento, pero lo es más aún la belleza del entrelazado de las palabras. Faulkner debe ser necesariamente releído y muchas veces con un diccionario al lado, no respeta la gramática, abunda en figuras retóricas, metáforas, anáforas, metonimias, etc. es una obra sedimentada con abundancia de oxímoron es decir efectos contradictorios, por ejemplo el “silencio rugiente”, Kayzn llegó a decir: “La prosa de Faulkner es, quizá, la retórica polifónica más elaborada, intermitentemente incoherente y antigramatical, la más atronadora de toda la literatura estadounidense”

Por mi parte sigo organizando mi condado personal, cada vez más los personajes emergen con más nitidez y hago un esfuerzo cotidiano por organizar bien las palabras para que puedan ser consideradas literatura.

FOTO: Mujer de Cedros, Mazapil, Zacatecas (Pedro Valtierra)

viernes, 19 de mayo de 2017

NOTAS SOBRE LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO



EL AUSTRALOPITECUS SE SUICIDA
El australopitecus empezó a cazar, a usar herramientas y a competir con otros, este hecho filogenético es básico para comprender como los seres humanos, somos hordas de homínidos gestionando nuestra competición o no competición con los otros. Hay un punto de violencia en el imperativo de tener que existir en la mirada del otro. Una de las muchas caras de tal tiranía es la “realización de uno mismo”, que nos lleva a una cultura de alto rendimiento, una cultura de “excelencia” difundida por la familia, por la escuela y por los medios de comunicación. Para tener éxito en la vida hay que realizarse, desarrollarse como las estrellas, los campeones del futbol, y cualquier persona que haya tenido éxito. Para ser reconocido hay que ser un emprendedor de la propia vida, si te va bien es porque tienes talento. Por el contrario, a los que les va mal es porque no supieron realizarse, no supieron desarrollar su capital humano. Aunque se parece mucho, es discretamente diferente a la idea previa de “mejorar tu vida mediante el esfuerzo”, pues, aunque sigue siendo una competición, el imperativo actual es más narcisista y tiene al OTRO como rival.
Hay dos posiciones para sobrevivir a tal tiranía: las reacciones defensivas y los mecanismos de liberación. En la primera las personas aprendemos a sobrevivir a codazos, luchando por conseguir un lugar en la cultura del éxito y del rendimiento, intentando vivir lo mejor posible, tener las experiencias más auténticas, ser eternamente jóvenes y atractivos. Muchas veces pagando el precio de hacer lo que no nos gusta. Y cuando ya no estamos a la altura de las exigencias de la cultura del éxito, viene el desmoronamiento y la depresión.
Los mecanismos de liberación tienen muchas caras: delegar en algo colectivo la responsabilidad individual, por ejemplo, un grupo religioso o un partido político, pero también tenemos la oportunidad de ejercer pequeñas estrategias de liberación respecto de la tiranía de la realización personal y del “éxito”. Es innegable que ya estamos sumergidos en esta cultura que nos obliga a encontrar un sitio y luchar por él, y las opciones radicales como sería vivir en una comuna, o apartarse del todo del engranaje económico es prácticamente imposible. Sin embargo, las estrategias de liberación individuales como sería tener un trabajo menos remunerado pero que se compensa porque tiene mayor sentido, abdicar de las excesivas posesiones, jerarquizando aquellas imprescindibles, nos pueden permitir seguir viviendo la cultura del esfuerzo sin la excesiva competición.
Este preámbulo nos permite comprender como el suicidio aparece en las culturas en las que hay que “demostrar” que la vida tiene sentido. Cuando a un paciente que vive una situación extremadamente difícil, se le otorgan todos los medios para que sus sufrimientos sean menores y hay personas a su alrededor que le siguen manifestando afecto por el hecho de ser persona y no por sus logros, difícilmente llega la idea del suicidio, en el fondo, el suicida es un cazador que ha sucumbido, ha renunciado a pelear por conseguir el reconocimiento del otro, es un cazador claudicante, es un competidor que se compara.
Un animal no se suicida en el sentido humano, es decir puede auto destruirse si está en peligro (un ciervo atacado por perros se puede lanzar por un acantilado), los salmones, los insectos, algunas ranas y lagartos, pueden auto destruirse después de un apareamiento para que se aproveche su material biológico, pueden “Inmolarse” para defender a la comunidad de los depredadores (las hormigas por ejemplo), puede parecer que las ballenas se suicidan, pero en realidad están desorientadas, muchas veces quieren proteger a algún miembro débil o enfermo y acaban en la arena junto con él. Pero lo que ningún animal hace es “morir para salvar su dignidad”, es decir, el ser humano quiere una muerte digna, acabar con su sufrimiento porque se compara, porque no cubre las exigencias de esa vida “plena” que nos exige la sociedad actual. Un australopitecus que ha sucumbido a la terrible lucha de existir en la mirada y el reconocimiento del otro.
Los animales tampoco se enferman con las connotaciones dramáticas con las que lo hacemos los seres humanos, viven el estrés como lo vivimos nosotros sin el añadido emocional, hacen los cambios necesarios para no experimentar el dolor y los hacen en favor de la supervivencia de la especie. En el caso del ser humano, la gestión del estrés es mucho más compleja. Los elefantes por ejemplo seguramente pronto perderán los colmillos como una manera de sobrevivir, es la adaptación necesaria para ser menos atractivos ante los cazadores, los animales resuelven en lo individual e incorporan esas informaciones a lo colectivo. Los seres humanos, añadimos a todo ello unas connotaciones narcisistas que duelen.
LA BIOGRAFÍA SE HACE BIOLOGÍA
Recientemente se ha descubierto en los gusanos, que son capaces de traducir un estrés vivido a una información genética y transmitirla a los posteriores de la especie, la biografía se hace biología, una realidad que desde la epigenética hace mucho tiempo que se acepta: las circunstancias históricos y culturales se heredan, los acontecimientos vividos por nuestros antepasados, tales como la guerra, las migraciones, las hambrunas, las sequías, los acontecimientos telúricos, etc. Se transmiten en información genética, y muy probablemente en un campo de información “psico histórico” que va más allá de lo genético. La transmisión genética que hacemos de los acontecimientos va teñida de información social y cultural, la biografía (personal y colectiva) se convierte en biología.
Suelo reflexionar que una ola puede sentirse pequeña, efímera e insignificante hasta que descubre que es el mar. Los seres humanos somos un sistema individual incrustado en sistemas mayores, el más importante la familia. Pero esa conciencia individual es la que nos lleva al narcicismo, será un arte cuidar nuestra vida, relativizando la contingencia de nuestra existencia y el servicio que hacemos a un sistema mayor.
Es entonces cuando viene las preguntas más importantes respecto del sufrimiento, las enfermedades y los bloqueos existenciales en general. ¿Hacia dónde mira tu síntoma?, ¿Qué servicio está haciendo a los sistemas que pertenece?, ¿Qué asunto está equilibrando?  Diremos de momento que muchas veces los síntomas, las enfermedades son una manera de PERTENECER.
El trabajo sistémico tiene por objetivo favorecer la mirada contemplativa de la lealtad que hay en los síntomas, con la confianza de que en esa contemplación, o iluminación podremos estar más libres, y quizás más alegres.
Es por ello que te animo a preguntarte:
¿Qué servicio hace el síntoma /enfermedad que tienes al sistema que perteneces?
EL SINTOMA ES EL POEMA DEL CUERPO
Alguna vez he compartido en público que siendo muy niño vi un gesto manual mientras hablaba una de mis bisabuelas maternas, con los años se lo vi a su hija, mi abuela materna, posteriormente se lo vi a mi madre, y muy recientemente se lo he visto a mi hermana, estoy por pensar que el gesto tiene vida propia.
Me sirvo de esta metáfora anecdótica para explicar que muchas veces la vida y el sistema al que pertenecemos nos “toma” a su servicio y hace un “Poema”, un dolor, una enfermedad al servicio de un cuerpo mayor al que pertenecemos. Y es allí cuando comprendemos que muchas veces los síntomas y las enfermedades es nuestra manera de pertenecer. Nuestros síntomas y nuestras enfermedades, son nuestra colaboración inconsciente para el equilibrio de la familia (sistema) al que pertenecemos.

¿QUÉ HACER?
El dolor es inevitable el sufrimiento es una elección. Si sufres es porque te importas, porque tienes conciencia de ti, es por ello que desde las constelaciones familiares intentamos “contemplar” esa lealtad, esa implicación sistémica, porque en esa contemplación y en esa iluminación tenemos la oportunidad de asentir y con ello estar libres. Intentamos recuperar la alegría, el mejor antídoto para el miedo, si estás alegre no tienes miedo, y muy seguramente la alegría es el mejor estado de salud.
LA PROPIOCEPCIÓN EL SENTIDO MÁS IMPORTANTE
Si una persona pierde la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto, sigue siendo persona; si pierde la propiocepción es muy difícil conservar el sentido de “SER”. (Si alguien quiere profundizar al respecto, le sugiero que lea el libro de OLIVER SACKS “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. Estar atento a la propiocepción, entrenarse en ello, es una de las herramientas más potentes para estar sanos y recuperar la alegría, de hecho puedo afirmar que las constelaciones familiares, son “propioceptivas”.
Cuando impartí este módulo en Pamplona, un alumno muy avanzado en la vida y en la cultura, hizo hincapié en ese australopitecus que se compara, y en esa comparación puede llegar a la conclusión de que “El infierno son los otros”, “A menos que estés despierto”.
FOTO: "Tata Jesucristo" de Francisco Goitia

lunes, 1 de mayo de 2017

DERROTADOS EN EL METRO DE CHICAGO



Subo en Belmont en la línea roja del metro de Chicago. La mujer que está sentada enfrente pesa unos 200 kilos, la gravedad se ensaña con sus excedencias, su eje está derrotado sobre el asiento, sus carnes se bambolean al ritmo del vagón. Su derrota es como la mía, sólo que mucho más voluminosa. De vez en cuando sonreía al mirar su teléfono móvil, imagino que alguien le dice “gorda” mientras ella sonríe y piensa: “Como me sigas diciendo gorda, te comeré”. 0,2 toneladas.
Hay un hombre estirado en un asiento triple al fondo del vagón, está ajeno a todas las derrotas del mundo, está entregado a su única victoria: saltarse la ley que prohíbe dormir en los vagones.
Un hombre baila con una mezcla de imbecilidad y derrota, bebe su cerveza envuelta en la bolsa de papel, por momentos parece que impone su ritmo al movimiento trepidante del vagón, la mayor parte de las veces su ataraxia le vence.
Un grupo de jóvenes entran con sus pantalones derrotados a mitad de sus calzoncillos, entran con su victoria pírrica: una música estridente, la única imposición que pueden infringir a una sociedad que les vio nacer excluidos desde el nacimiento.
Es un tren metálico y fuerte, como el mensaje que este país tiene para el mundo: tenemos acero, fuerza, velocidad y control. Sólo si entras dentro de la fortaleza conocerás a los derrotados que contiene.
Unos cuantos viejos y viejas decadentes ocupan el espacio reservado para ellos, en sus caras no ha quedado espacio para la indignación, para la resignación, para la tristeza, para nada, su facies es el nihilismo. El resentimiento, la melancolía, la decepción siempre tienen un hueco para que algo ocurra, el nihilismo es la prisión de un alma que hace mucho que ya no habita en esos cuerpos que se arrastran.
Justo al pasar por la estación Garfield suben un grupo de chicas morenas, disfrazadas, seguramente para celebrar una despedida de soltera, la extravagancia de tales festejos tiene la misma estética y la misma indumentaria en cualquier parte del mundo. Mientras las observo, pienso que siempre me han parecido tristes las fiestas temáticas, lo mismo sea una despedida de solteros, que una fiesta vestidos todos de blanco, de hawaianos, de guerra de las galaxias o de “el padrino”; son un esfuerzo inútil intentando arrebatarle una experiencia a la sordidez de la vida.
Un hombre empezó a convulsionar. Dicen los poetas de los síntomas que una convulsión permite al cerebro conseguir (metafóricamente) todos los movimientos contenidos, que los movimientos repetitivos tónico clónicos llevan a la persona (metafóricamente) a los sitios que no ha podido ir, no todos geográficos, algunos simbólicos. Mientras le veo convulsionar recuerdo que desde niño me impactaba ver convulsionar a mi prima, cuando veo convulsionar a alguien es como si de pronto viera cientos de muertos bailando en un solo cuerpo, un cuerpo derrotado y en movimiento.
Para el tren en la parada “69” en espera de la ambulancia, la mayoría bajamos, a mi lado baja una chica con un ramo de flores, ha transcurrido todo el trayecto junto a mí, desde la estación Belmont, discreta, vestida con los uniformes que todos nos ponemos: HyM, Zara, etc. Para ser más concretos ella lleva una sudadera de NorthFace, unas zapatillas converse y un paraguas de IKEA, tiene una mirada serena, parece que, a pesar de su juventud, basa su solidez en lo que hay dentro y no en lo que hay fuera. Las personas que tienen motivos externos para sentirse sólidos, por ejemplo, dinero, juventud, belleza, éxito social, etc. Son muy afortunados; sin embargo, hay unos sabios sueltos por el mundo que están sólidos porque están a gusto en su piel, pareciera que gestionan bien la soledad (patrimonio de todos), y sobre todo, porque saben estar en consonancia con el silencio interno.
El gozo del silencio interno es la antítesis de la derrota.