jueves, 31 de agosto de 2017

TRES EN LA CARRETERA

Se ha apoderado de mí el espíritu de un cineasta manipulador (o de una cineasta, porque estoy pensando en una mujer), y no encuentro la manera de hacerle a usted "vivir" (o vender) el escenario que tengo en la mente: Una desértica carretera, que tiene que ser "desgarradora" para que tenga el impacto que estoy buscando en usted, mientras le describo el sol que de tan intenso resta nitidez a los bultos, usted tiene que conmoverse son esas figuras retorcidas que aparecen a lo lejos sacando de su letargo al sórdido conductor.
El conductor se detiene por curiosidad, por solidaridad con la nada desértica, por la sorpresa de encontrar algo que se mueve en ese paisaje desolador. Aquí vendría un paréntesis con una reflexión poética que diría más o menos esto: "En el desierto las sequías son dolorosas y tristes, por las noches, la luna cae sobre los cactus y se derrite una y otra vez, como un niño que juega y se alegra hasta con el polvo que tropieza con las piedras".
El coche se detiene y entran Lucy y Sofía, pero puede llamarlas como usted quiera, dos putas abandonadas en medio del desierto por un borracho loco, al acercarse, el conductor, a quien ya le podemos llamar Ambrosio, ve dos mujeres maquilladas, maquilladas por la desesperanza piensa este cineasta tramposo, "y su desolación solo difería de la de Ambrosio, porque él tiene un coche".
Entraron sin mediar palabra, seguras de que la promesa que habían hecho al Santo Niño de Atocha de visitarlo en su santuario antes de que se acabara el año había surtido efecto, nada de sonrisas complacientes, un escueto "gracias" y luego derrumbarse una en el asiento trasero, otra en el asiento delantero, derrotadas, como cualquier otro ser humano en cualquier rincón del planeta que ha tenido un mal día.
Ahora, el cineasta que no consigue aún atraparte en su relato te suelta algunas frases entre ellos:
- ¿Te molesta el aire si dejo la ventana abierta?
-Ponte el cinturón
- ¿Vienes seguido por aquí?, (como si el "aquí" fuese una meta)
- ¡Qué calor!
-...y no llueve
El aprendiz de guionista de cine le deja a usted unas pausas con música variopinta, ofrecimiento de agua, etc. hasta que empiezan una conversación con los temas de rigor: es decir la crisis, el estado del tiempo y el fútbol... Porque eran putas futboleras. "LO QUE USTED SIEMPRE QUISO SABER DE UNA PUTA Y NO SE ATREVIO A PREGUNTAR".
Ambrosio les pregunta por sus hijos, los clientes, las ganancias, la familia, los inicios, que si les gusta su trabajo o no, que si les han dado flores, hablan del alcohol, del sida, de las revisiones médicas, de la policía, de los borrachos, de los chulos, de los golpes, de los celos, de los amantes, de la ropa, del maquillaje, del cigarro, de la iglesia, de los abortos, de la tristeza, de la desolación... de todo esto halaron el padre Ambrosio y las chicas.
Ambrosio les habó de un poema de Jaime Sabines donde proponía canonizar a las putas, y les habló de un cantante catalán que cantaba una canción muy bonita sobre la prostitución: 
"...cuando la hallé, en el hondo precipicio,
del repugnante lodazal humano,
la vi tan inconsciente, de su oficio,
que con mística unción besé sus manos.
Y pensar que hay quien vive junto al vicio,
como vive una flor junto a un pantano”.

Ni esta canción, ni un par de canciones cabareteras mexicanas surtieron efecto, fueron recibidas despectivamente con unas manos que se cerraban y se abrían sutilmente, si se tratara de un guion americano, escrito en inglés, ¿ellas expresarían en su rostro “What the fuck?", pero es que el "Qué chingaos trae este" es más difícil de llevar al rostro.
En algún momento llegó "La Magdalena" de Joaquín Sabina, la frase: "La más señora de todas las putas, la más puta de todas las señoras... dueña de un corazón, tan cinco estrellas...", esa si les gustó. ¡Para el coche! gritó Lucy, sobresaltando al barrigón Ambrosio, Y allí en medio de la nada soleada, sin la sombra de árboles o de consuelo, dos prostitutas lloraban abrazadas mientras Ambrosio les repetía siete veces la canción.