martes, 10 de diciembre de 2013

EL CANTANTE DEL METRO (escrito en octubre del 2005)





 (Mi humilde homenaje a ese personaje que muchos conocimos)

http://www.arabalears.cat/societat/lhome-lestacio-Passeig-Gracia_0_1043895691.html


Hacía varias semanas que Adrià estaba obsesionado con Mahler se había llevado una gran alegría con su “Primera Sinfonía”, así que se arriesgó con la sinfonía número 2

Es una sinfonía, que como en las demás, investiga las capacidades de la orquesta de manera sorprendente, creando ambientes fantasmagóricos y a su vez con un profundo dramatismo. En la “sinfonía Número 2” ó “de la Resurrección”, Mahler incorpora la voz solista y masas corales, como Beethoven en su “Novena Sinfonía”, aumentando las posibilidades sonoras, dotando a la sinfonía de unas dimensiones gigantescas.
La orquesta es una de las más grandes que se hayan empleado, la presencia de un número tan enorme de intérpretes en una obra vocal, más la utilización de sonidos fuera de escena, anticipa a obras inmortales como los Réquiems de Berlioz y Verdi.

Obligado es decir que la batuta de Bernstein es un valor agregado.

El movimiento inicial de la sinfonía es como una elegía: el canto de dolor de un mundo que sufre.
El segundo movimiento es un danza vienesa. Cuando Mahler hablaba de él solía decir que se trataba de un episodio feliz de la vida del héroe cuyas exequias ocupan todo el primer movimiento.

El tercer movimiento, breve (tan solo cinco minutos) nos enlaza directamente a algo más épico.

El cuarto movimiento es el inicio de la voz del contralto y una música ininterrumpida que nos enlaza al último movimiento que es como un grito de horror sobre las cosas pasadas.

El tema final: "Im Tempo des Scherzo"

Es la belleza, el contacto del alma con el infinito, incluso –como decía Octavio Paz- con el transfinito.

Prefiero no describirlo, ha sido demasiado arriesgado decir algo sobre los movimientos previos.



Son las 8 de la noche, Adrià entra a la estación de metro del Paseo de Gracia, y para su sorpresa hay un hombre en el andén que está cantando, ¡en alemán!, tenía el cantante la cara desencajada, la mirada vidriosa, una postura solemne, como si estuviese poseído por el canto.

Un imperativo interno le obligaba a abrir la boca y cantar.

Un grupo de crueles adolescentes se empezó a reír y a lanzarle pequeños objetos y burlas, el hombre inmutable en lo físico, se puso agónico en su expresión, la tensión de sus manos se acentuó, seguía gesticulando la boca pero sin sonido, un canto introyectado. Los terribles adolescentes le aplaudieron, la mirada del hombre era el símil de un ciervo acorralado, miraba alternativamente a la gente y a las vías del metro.



Adrià se acercó con sigilo, con la mirada fija y serena a la vez en aquel hombre, lo abrazó suavemente de costado, y le susurró al oído: “Canta, no tengas miedo”, “Canta, nadie te hará daño”.

Un par de lágrimas asomaron, las cuales se diluyeron fácilmente en el sudor de su rostro, un hondo suspiro y el milagro: emergía la voz.

Para sorpresa de Adrià, lo que aquel hombre cantaba era " In Tempo des Scherzo" la parte coral de la segunda sinfonía de Mahler.

No hizo falta llamar a policías o ambulancias, los vigilantes del metro suelen estar al tanto del cantante, con un poco de indiferencia pero al tanto.



No se si habrás visto alguna vez al cantante en la estación del metro, pero siempre podrás escuchar " In Tempo des Scherzo"



Barcelona, octubre de 2005