jueves, 27 de julio de 2017

EL DON DE LA PALABRA

Las palabras permiten a los seres humanos explicar y trascender la realidad, con las palabras podemos construir y destruir.
Desde niño aprendí a elegir las palabras que me permitieran entender mi propia realidad, y atrapaba las que me daban confianza y las convertía en el pulso que sostenía la vida, gracias a las palabras podía estar vivo, ellas podían darme alegría, imaginación, pasión y sentido.
Con las palabras se puede superar el caos, con las palabras puedes acercarte al misterio del ser, al milagro de estar vivo.
Me gustan las palabras, sobre todo las de mis padres, las de mis hermanos, las de mis amigos, es lo que me mantiene vivo.
Pienso en los que me han ayudado a articular palabras, han sidos mis verdaderos demiurgos.

martes, 25 de julio de 2017

DESCANSAR, UNA BUENA MEDICINA


Hace unos tres años, durante unos días estuvo hospedada en mi casa una gaviota, cayó en el patio, las primeras horas, hizo esfuerzos inútiles y constantes... quería volar, imagino que estaba golpeada y agotada. El primer día no comía, ni bebía, pero a la segunda noche se rindió, bebió, comió y durmió, y así permaneció dos días más, comía y bebía lo que yo le ofrecía hasta que tuvo fuerza para volar.

A veces es bueno dejar de esforzarse inutilmente, permitir que te ayuden, descansar.... y volar. 
Los campesinos saben que un campo que ha descansado, dará mejores cosechas.

jueves, 20 de julio de 2017

UN CIUDADANO COMÚN


He saludado al conocedor profundo de los mil tonos amarillos, y alguna vez he cruzado unas palabras con el mejor contador de cuentos, alguien que sabe tejer historias sublimes, pero yo sigo fascinado con el peatón que está tranquilo con la indiferencia que el mundo le prodiga, con el hombre simple que nada anhela o desea y que simplemente respira y sonríe.
Soy un ciudadano común, un hombre que camina y otras veces va en una moto negra, y me parece acogedor ese escaso impacto social que mis pasos provocan, me gusta el privilegio del anonimato.
Me gusta pensar que el peatón que va a mi lado, pudiera ser un disector del cielo y un catador de mieles; un enamorado del olor de la tierra húmeda y un consejero del eterno baile del mar; un loco disfrazado de sabio y un genio en ciernes; y yo, un ciudadano común, estoy caminando a su lado.
A mi me conocen mejor los cines y los rincones anodinos que el oráculo de Delfos; encuentro destellos de lo que soy en las líneas sórdidas de los diarios de un pueblo, a mi me puede usted encontrar en las canciones cursis que arrancan lágrimas a las amas de casa, en los aviones oníricos ensangrentados y en el olor de un cuaderno nuevo.
Soy un ciudadano común, un ciudadano medio, ni siquiera un vagabundo (que algún misterio importante siempre he creído que esconden), cuando camino no hago girar miradas, y me parece bien. No llego a ser un motorista, sólo llego a niño pequeño que sigue jugando con su caballito de madera alimentado con gasolina.
Asiento al mundo como es y a los argumentos que en su escenario se representan, participo cuando me toca. No me han consultado para diseñar al mundo, no me voy a pelear con él.
Soy un peatón, un caminante, un hombre que va en una moto negra, un ciudadano medio que de vez en cuando es acariciado.

GORE VIDAL SEXUALMENTE HABLANDO

Rilke dice –en una de las cartas a un joven poeta- que el sentimiento artístico está increíblemente próximo a lo sexual, a su dolor y placer. Podríamos decir que no solo el sentimiento artístico, también la actividad política, la búsqueda religiosa y existencial, etc. La regencia de lo sexual en la vida humana personal y relacional es innegable, pero maticemos un poco.

Las actividades sexuales -a lo largo de la historia- son consecuencia de decisiones políticas y religiosas. Toda actividad sexual, intelectual o recreativa que pueda disminuir la cantidad de carbón extraída, la cantidad de comida basura fabricada, la cantidad de ropa de “usar y tirar” (v.g. zara company), o el número de pirámides construidas, será proscrita por leyes que a su vez están basadas en revelaciones hechas por el dios de moda.

Es dolorosa esa tradición religiosa al servicio de un orden político donde el hombre es el eterno amo de la mujer y donde siempre habrá enemigos “diferentes” para perseguir, llámense estos negros, homosexuales, moros, sudacas, etc.

El nuevo testamento, aún siendo menos sexual que el antiguo, sigue siendo represor, a pesar de pequeñas bromas, por ejemplo aquella mediante la cual Jesús dice que las prostitutas tienen tantas posibilidades de ir al cielo como los empleados de hacienda. Pero no dijo nada Jesús acerca de los homosexuales (vaya neologismo por otro lado), los derechos de la mujer y los trabajadores, nada... a San Pablo lo dejamos aparcado porque cuando habla asistimos al discurso de una persona con todos los síntomas de migraña, no nos podemos fiar...

Digamos pues, que los gobernantes y los grupos de poder siempre han sido conscientes de la fuerza poderosa del sexo, y la han utilizado a su favor. Y si bien es cierto que la izquierda te controla la billetera más que la bragueta (de eso se encarga la derecha) ambos procurarán mantener un estado de “culpa”, porque unos ciudadanos “culposos” son fáciles de controlar.

¿Cuál es la realidad? Que el porcentaje de la población que está profundamente entusiasmada con tener relaciones con el sexo opuesto no es mucho mayor que el de la población dedicada exclusivamente a tener relaciones con los de su mismo sexo, cerca de un quince por ciento en cada caso, el setenta por ciento restante hace un poco de todo o nada.  Dejo para otro momento, las dolorosas estrategias usadas por los interesados en el sexo para conseguirlo. ¿Y que pasa con la energía sexual no utilizada por ese 70 por ciento y ese 30 porciento cuando no busca sexo? Se queda disipada en actividades tan estúpidas como el facebook, el candy crush y las “rebajas”.

FOTO: Portada de un libro que me gusta mucho

domingo, 16 de julio de 2017

CLARIDAD EN LA LUJURIA


En los tiempos de las luchas grecorromanas, con frecuencia, los combatientes acababan con un brazo dislocado, luxus, y entonces el público pensaba “esto ya es demasiado”, “es una extravagancia, una abundancia” luxuria. La lujuria evoca el movimiento, el ardor, la pasión, el agarre, el entrelazamiento, el impulso y el clímax. La lujuria es vida, fuerza abrumadora y fértil, está fuera de control porque la lleva y guía algo más grande, quizás en la lujuria se regocije el alma.
Sin embargo, algunas veces la lujuria es un simple exceso: en el comer, en el viajar, en el desear, y lo que es un regocijo para el alma, se convierte en una luxación existencial absurda. En los últimos años he vivido experiencias tan apretadas y tan intensas, que he estado vigilando que ese LUXUS, no sea un simple caos.
Ayer me dejaron unos lentes acuáticos, con ellos, pude ver el agua transparente del egeo, y pude disipar en esa claridad mis lujos, y los excesos absurdos de Mykonos; me sentí reconciliado con la abundancia del agua bendita que aquí llaman “retsina” y que yo llamo tequila, me sentí tranquilo observando la abrumadora belleza que se pavonea en la juventud efímera, aparté la vista discretamente de todos los ricos que aquí se pasean con apariencia de no dolerles nada en la vida, porque por suerte tenía a Henry Miller, que me explicaba lo eterno y grandioso de Grecia más allá de las veneradas piedras, me hablaba de todos esos griegos a quien yo no conozco y que son dignos en su pobreza, y también tenía tomates que todavía saben a tierra y a desierto agradecido, sobre todo me tenía a mí, que estoy vivo, y que todavía tengo el lujo de escribir, para ordenar mi caos, para darle forma a todos los excesos que he vivido (viajado).

lunes, 3 de julio de 2017

El desierto del "homo faber"



A menudo reflexiono en la intrascendencia de miles de millones de personas que han pisado esta tierra sin ningún protagonismo o impacto social relevante, simples "Homo faber" o en palabras de Benjamin Franklin "animales que hacen herramientas". Estos seres humanos que han levantado pirámides, han construido edificios y han ensamblado aviones, han sido mayoritariamente engranaje, casi nadie máquina.
Atravesaba una noche el desierto mexicano en un autobús, al pasar por un cruce de ferrocarril, alcancé a divisar unas sombras sobre las vías, obreros que hacían labores de mantenimiento, su silueta se confundía con las de los cactus y los magueyes, la luna se derretía sobre el desierto en aquella noche calurosa.
Pensé en los miles de kilómetros de cables, vías y durmientes colocados para atravesar ese volcánico país, y me conmovía al pensar en todos los sueños que quedaron atados en los clavos que sujetan las vías a los durmientes. Manos humanas anónimas, despojadas de todo narcisismo, alejadas de la estridencia que hacemos la mayoría para maquillar la soledad, para sobrevivir a la insignificancia.
También pensé que en esa parte del desierto mexicano, las sequías son doloras y tristes, y me sorprende que la gente encuentre alegría hasta en el polvo que tropieza con las piedras.
Me gusta pensar en esos seres humanos anónimos que han construido cosas, me parece fascinante encontrar sus huellas en todos los rincones del planeta, y es verdad, el "homo faber" es intrascendente, pero también imprescindible.