lunes, 3 de julio de 2017

El desierto del "homo faber"



A menudo reflexiono en la intrascendencia de miles de millones de personas que han pisado esta tierra sin ningún protagonismo o impacto social relevante, simples "Homo faber" o en palabras de Benjamin Franklin "animales que hacen herramientas". Estos seres humanos que han levantado pirámides, han construido edificios y han ensamblado aviones, han sido mayoritariamente engranaje, casi nadie máquina.
Atravesaba una noche el desierto mexicano en un autobús, al pasar por un cruce de ferrocarril, alcancé a divisar unas sombras sobre las vías, obreros que hacían labores de mantenimiento, su silueta se confundía con las de los cactus y los magueyes, la luna se derretía sobre el desierto en aquella noche calurosa.
Pensé en los miles de kilómetros de cables, vías y durmientes colocados para atravesar ese volcánico país, y me conmovía al pensar en todos los sueños que quedaron atados en los clavos que sujetan las vías a los durmientes. Manos humanas anónimas, despojadas de todo narcisismo, alejadas de la estridencia que hacemos la mayoría para maquillar la soledad, para sobrevivir a la insignificancia.
También pensé que en esa parte del desierto mexicano, las sequías son doloras y tristes, y me sorprende que la gente encuentre alegría hasta en el polvo que tropieza con las piedras.
Me gusta pensar en esos seres humanos anónimos que han construido cosas, me parece fascinante encontrar sus huellas en todos los rincones del planeta, y es verdad, el "homo faber" es intrascendente, pero también imprescindible.

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