domingo, 16 de julio de 2017

CLARIDAD EN LA LUJURIA


En los tiempos de las luchas grecorromanas, con frecuencia, los combatientes acababan con un brazo dislocado, luxus, y entonces el público pensaba “esto ya es demasiado”, “es una extravagancia, una abundancia” luxuria. La lujuria evoca el movimiento, el ardor, la pasión, el agarre, el entrelazamiento, el impulso y el clímax. La lujuria es vida, fuerza abrumadora y fértil, está fuera de control porque la lleva y guía algo más grande, quizás en la lujuria se regocije el alma.
Sin embargo, algunas veces la lujuria es un simple exceso: en el comer, en el viajar, en el desear, y lo que es un regocijo para el alma, se convierte en una luxación existencial absurda. En los últimos años he vivido experiencias tan apretadas y tan intensas, que he estado vigilando que ese LUXUS, no sea un simple caos.
Ayer me dejaron unos lentes acuáticos, con ellos, pude ver el agua transparente del egeo, y pude disipar en esa claridad mis lujos, y los excesos absurdos de Mykonos; me sentí reconciliado con la abundancia del agua bendita que aquí llaman “retsina” y que yo llamo tequila, me sentí tranquilo observando la abrumadora belleza que se pavonea en la juventud efímera, aparté la vista discretamente de todos los ricos que aquí se pasean con apariencia de no dolerles nada en la vida, porque por suerte tenía a Henry Miller, que me explicaba lo eterno y grandioso de Grecia más allá de las veneradas piedras, me hablaba de todos esos griegos a quien yo no conozco y que son dignos en su pobreza, y también tenía tomates que todavía saben a tierra y a desierto agradecido, sobre todo me tenía a mí, que estoy vivo, y que todavía tengo el lujo de escribir, para ordenar mi caos, para darle forma a todos los excesos que he vivido (viajado).

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