viernes, 19 de mayo de 2017

NOTAS SOBRE LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO



EL AUSTRALOPITECUS SE SUICIDA
El australopitecus empezó a cazar, a usar herramientas y a competir con otros, este hecho filogenético es básico para comprender como los seres humanos, somos hordas de homínidos gestionando nuestra competición o no competición con los otros. Hay un punto de violencia en el imperativo de tener que existir en la mirada del otro. Una de las muchas caras de tal tiranía es la “realización de uno mismo”, que nos lleva a una cultura de alto rendimiento, una cultura de “excelencia” difundida por la familia, por la escuela y por los medios de comunicación. Para tener éxito en la vida hay que realizarse, desarrollarse como las estrellas, los campeones del futbol, y cualquier persona que haya tenido éxito. Para ser reconocido hay que ser un emprendedor de la propia vida, si te va bien es porque tienes talento. Por el contrario, a los que les va mal es porque no supieron realizarse, no supieron desarrollar su capital humano. Aunque se parece mucho, es discretamente diferente a la idea previa de “mejorar tu vida mediante el esfuerzo”, pues, aunque sigue siendo una competición, el imperativo actual es más narcisista y tiene al OTRO como rival.
Hay dos posiciones para sobrevivir a tal tiranía: las reacciones defensivas y los mecanismos de liberación. En la primera las personas aprendemos a sobrevivir a codazos, luchando por conseguir un lugar en la cultura del éxito y del rendimiento, intentando vivir lo mejor posible, tener las experiencias más auténticas, ser eternamente jóvenes y atractivos. Muchas veces pagando el precio de hacer lo que no nos gusta. Y cuando ya no estamos a la altura de las exigencias de la cultura del éxito, viene el desmoronamiento y la depresión.
Los mecanismos de liberación tienen muchas caras: delegar en algo colectivo la responsabilidad individual, por ejemplo, un grupo religioso o un partido político, pero también tenemos la oportunidad de ejercer pequeñas estrategias de liberación respecto de la tiranía de la realización personal y del “éxito”. Es innegable que ya estamos sumergidos en esta cultura que nos obliga a encontrar un sitio y luchar por él, y las opciones radicales como sería vivir en una comuna, o apartarse del todo del engranaje económico es prácticamente imposible. Sin embargo, las estrategias de liberación individuales como sería tener un trabajo menos remunerado pero que se compensa porque tiene mayor sentido, abdicar de las excesivas posesiones, jerarquizando aquellas imprescindibles, nos pueden permitir seguir viviendo la cultura del esfuerzo sin la excesiva competición.
Este preámbulo nos permite comprender como el suicidio aparece en las culturas en las que hay que “demostrar” que la vida tiene sentido. Cuando a un paciente que vive una situación extremadamente difícil, se le otorgan todos los medios para que sus sufrimientos sean menores y hay personas a su alrededor que le siguen manifestando afecto por el hecho de ser persona y no por sus logros, difícilmente llega la idea del suicidio, en el fondo, el suicida es un cazador que ha sucumbido, ha renunciado a pelear por conseguir el reconocimiento del otro, es un cazador claudicante, es un competidor que se compara.
Un animal no se suicida en el sentido humano, es decir puede auto destruirse si está en peligro (un ciervo atacado por perros se puede lanzar por un acantilado), los salmones, los insectos, algunas ranas y lagartos, pueden auto destruirse después de un apareamiento para que se aproveche su material biológico, pueden “Inmolarse” para defender a la comunidad de los depredadores (las hormigas por ejemplo), puede parecer que las ballenas se suicidan, pero en realidad están desorientadas, muchas veces quieren proteger a algún miembro débil o enfermo y acaban en la arena junto con él. Pero lo que ningún animal hace es “morir para salvar su dignidad”, es decir, el ser humano quiere una muerte digna, acabar con su sufrimiento porque se compara, porque no cubre las exigencias de esa vida “plena” que nos exige la sociedad actual. Un australopitecus que ha sucumbido a la terrible lucha de existir en la mirada y el reconocimiento del otro.
Los animales tampoco se enferman con las connotaciones dramáticas con las que lo hacemos los seres humanos, viven el estrés como lo vivimos nosotros sin el añadido emocional, hacen los cambios necesarios para no experimentar el dolor y los hacen en favor de la supervivencia de la especie. En el caso del ser humano, la gestión del estrés es mucho más compleja. Los elefantes por ejemplo seguramente pronto perderán los colmillos como una manera de sobrevivir, es la adaptación necesaria para ser menos atractivos ante los cazadores, los animales resuelven en lo individual e incorporan esas informaciones a lo colectivo. Los seres humanos, añadimos a todo ello unas connotaciones narcisistas que duelen.
LA BIOGRAFÍA SE HACE BIOLOGÍA
Recientemente se ha descubierto en los gusanos, que son capaces de traducir un estrés vivido a una información genética y transmitirla a los posteriores de la especie, la biografía se hace biología, una realidad que desde la epigenética hace mucho tiempo que se acepta: las circunstancias históricos y culturales se heredan, los acontecimientos vividos por nuestros antepasados, tales como la guerra, las migraciones, las hambrunas, las sequías, los acontecimientos telúricos, etc. Se transmiten en información genética, y muy probablemente en un campo de información “psico histórico” que va más allá de lo genético. La transmisión genética que hacemos de los acontecimientos va teñida de información social y cultural, la biografía (personal y colectiva) se convierte en biología.
Suelo reflexionar que una ola puede sentirse pequeña, efímera e insignificante hasta que descubre que es el mar. Los seres humanos somos un sistema individual incrustado en sistemas mayores, el más importante la familia. Pero esa conciencia individual es la que nos lleva al narcicismo, será un arte cuidar nuestra vida, relativizando la contingencia de nuestra existencia y el servicio que hacemos a un sistema mayor.
Es entonces cuando viene las preguntas más importantes respecto del sufrimiento, las enfermedades y los bloqueos existenciales en general. ¿Hacia dónde mira tu síntoma?, ¿Qué servicio está haciendo a los sistemas que pertenece?, ¿Qué asunto está equilibrando?  Diremos de momento que muchas veces los síntomas, las enfermedades son una manera de PERTENECER.
El trabajo sistémico tiene por objetivo favorecer la mirada contemplativa de la lealtad que hay en los síntomas, con la confianza de que en esa contemplación, o iluminación podremos estar más libres, y quizás más alegres.
Es por ello que te animo a preguntarte:
¿Qué servicio hace el síntoma /enfermedad que tienes al sistema que perteneces?
EL SINTOMA ES EL POEMA DEL CUERPO
Alguna vez he compartido en público que siendo muy niño vi un gesto manual mientras hablaba una de mis bisabuelas maternas, con los años se lo vi a su hija, mi abuela materna, posteriormente se lo vi a mi madre, y muy recientemente se lo he visto a mi hermana, estoy por pensar que el gesto tiene vida propia.
Me sirvo de esta metáfora anecdótica para explicar que muchas veces la vida y el sistema al que pertenecemos nos “toma” a su servicio y hace un “Poema”, un dolor, una enfermedad al servicio de un cuerpo mayor al que pertenecemos. Y es allí cuando comprendemos que muchas veces los síntomas y las enfermedades es nuestra manera de pertenecer. Nuestros síntomas y nuestras enfermedades, son nuestra colaboración inconsciente para el equilibrio de la familia (sistema) al que pertenecemos.

¿QUÉ HACER?
El dolor es inevitable el sufrimiento es una elección. Si sufres es porque te importas, porque tienes conciencia de ti, es por ello que desde las constelaciones familiares intentamos “contemplar” esa lealtad, esa implicación sistémica, porque en esa contemplación y en esa iluminación tenemos la oportunidad de asentir y con ello estar libres. Intentamos recuperar la alegría, el mejor antídoto para el miedo, si estás alegre no tienes miedo, y muy seguramente la alegría es el mejor estado de salud.
LA PROPIOCEPCIÓN EL SENTIDO MÁS IMPORTANTE
Si una persona pierde la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto, sigue siendo persona; si pierde la propiocepción es muy difícil conservar el sentido de “SER”. (Si alguien quiere profundizar al respecto, le sugiero que lea el libro de OLIVER SACKS “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. Estar atento a la propiocepción, entrenarse en ello, es una de las herramientas más potentes para estar sanos y recuperar la alegría, de hecho puedo afirmar que las constelaciones familiares, son “propioceptivas”.
Cuando impartí este módulo en Pamplona, un alumno muy avanzado en la vida y en la cultura, hizo hincapié en ese australopitecus que se compara, y en esa comparación puede llegar a la conclusión de que “El infierno son los otros”, “A menos que estés despierto”.
FOTO: "Tata Jesucristo" de Francisco Goitia

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