lunes, 3 de enero de 2011
LECTOR
Leer hasta caerse en una zanja callejera, leer si es posible con una pequeña linterna debajo de las sábanas para no despertar a nadie, leer libros enteros en los viajes y recordar los sitios asociados al libro, leer hasta llorar mientras los cuerpo veraniegos que te rodean entran y salen de la piscina, leer y reír importunando un poco a los presentes en la biblioteca, leer con la pasión de un santo, leer para entender, leer para crecer, leer por leer...
De niño leía cuando llegábamos por la tarde del barbecho, siendo adolescente soñaba los libros y las historias que leía, siempre tuve interlocutores que me estimularon y me abrieron las vetas de la literatura, lo mismo fuera una monja rebelde, un profesor envejecido, un bohemio trasnochado o un incipiente escritor.
Leer mucho para hablar menos, leer mucho para soñar, para construir un mundo seguro, leer una vocación a la que últimamente le soy un poco infiel, pero a la cual empiezo a volver.
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