En los años setenta, la escritora mexicana Emma Godoy escribió el libro “Que mis palabras te acompañen” un libro que fue todo un acontecimiento para muchas generaciones que nos interesamos en libros de autoayuda, un libro con palabras alentadoras, palabras que dieron sentido a nuestras vivencias.
Quisiera despojar de arrogancia lo que escribiré a continuación, mi intención es simplemente agradecer a quienes han confiado en mis palabras.
Hace muchos años que algunos pacientes cuando están pasando por un momento difícil me piden que les de una frase para lo que están viviendo, suelen ser personas muy humildes, aunque también me he sorprendido que algunas personas de gran cultura han aprovechado mis palabras para dar sentido a su momento vital.
Pienso que todos vamos escuchando o leyendo a diario palabras que clarifican el caos, que le dan sentido al misterio de estar vivos, que nos alientan para reemprender el camino. En estos últimos días he recibido mensajes al teléfono móvil, correos electrónicos y hasta alguna carta de una campesina de la Sierra de Monte Escobedo en México, agradeciendo por “aquello que dije o escribí”, siempre he sido consciente que las palabras de un terapeuta son rumiadas y evaluadas, pero estas recientes manifestaciones las recibo como una invitación a cuidar aún más mis palabras y espero que la fuente de las palabras me otorgue las que necesita el que viene a consultarme.
Emma Godoy es recordada por sus palabras, pero también por su lucha para que los ancianos fuesen tratados con dignidad, inculcaba a los jóvenes la necesidad de cultivar la libertad, el amor y la dignidad; virtudes que ella consideraba era posible vivirlas aún en la vejez.
Me alegra que algunos atisben su esperanza, gracias a las palabras que he dicho o he escrito.
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