Escribimos como un niño que se rasca
para comprobar que existe, y que lo que percibe tiene sentido. La mayor parte
de las cosas que escribimos tienen el propósito de
darle un toque estético a la vida, intentamos embellecer con las palabras la
realidad que muchas veces es sórdida, intentamos ordenar el caos y su vituperio
con una sintaxis correcta y una adjetivación elegante. Escribimos para
sobrevivir a las múltiples declinaciones que el destino nos hace continuamente.
Y a veces, sacamos a pasear a esas palabras, como se saca a pasear a un perro, como
se saca a pasear al amor, los exponemos a la aventura de las calles, quizás
deba decir a la aventura de las redes, sacamos a pasear las palabras como un
perro que se expone a las miradas de los desconocidos, marcando territorio y
dando testimonio de la propia existencia.
He dicho escribimos, quizás deba
decir, escribo.
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