miércoles, 22 de octubre de 2008
Bruno Bettelheim
Que mis palabras me salven
(O de cómo la ausencia de palabras también te puede salvar)
Las balas cruzaban de un extremo a otro de la casa, una angustia salvaje hacía destellar nuestros ojos brillosos en la oscuridad.
Aquella noche, Nuestra humilde casa fue tomada como trinchera de los dos bandos de pistoleros, no se cuantos años tendría yo, supongo que 3 o 4, mis padres no hablan de eso... son palabras omitidas que los han salvado.
Yo me quedé literalmente sin palabras, a partir de entonces solo hablaba con mis padres.
Bruno Bettelheim en su maravilloso libro: “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” y uno más técnico sobre el autismo llamado: “La fortaleza Vacía” recalca la fuerza terapéutica que tienen los cuentos en las mentes infantiles (yo me atrevería a suponer que también en las de los adultos).
Mis humildes padres se quedaron sin palabras, yo me quedé mudo. Pero se dedicaron a contarnos historias, la mayor fuerza terapéutica.
Después de muchos años, volvimos a esa casa tiroteada: no quisieron bajar del coche, argumentaron “cansancio”. Yo respeté cariñosamente su silencio.
ZELIG: en esa película salen tres de mis mitos: Susan Sontag, Bruno Bettelheim y Saul Bellow. Contratados por Woody Allen como los mejores intelectuales de la época.
FOTO: La puerta testigo de las balas
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