viernes, 11 de abril de 2008

Inmigrantes


Hace diez años que trabajo con inmigrantes en los Estados Unidos, mi labor es muy sencilla y no tiene caso que la explique aquí.

En Barcelona tengo la fortuna de acompañar a muchos inmigrantes en la búsqueda de un camino que les permita una vida digna, y -por obvias razones- me conmuevo cuando encuentro inmigrantes en difíciles condiciones.

Duele muchísimo darse cuenta que hay “sin papeles” mexicanos en Estados Unidos que tienen más de diez años sin poder pisar nuestro querido México, y aquí mismo en Barcelona me he encontrado con pacientes en condiciones similares. El otro día una de ellos me decía que sus padres “son como dios” pues sabe que existen pero no los puede ver, hace años que solo los ve a través de una pantalla.

Hablo de inmigrantes, pero podría hablar de desamparados en general, pues como bien me replicó un amigo el otro día, no debo despreciar a los que sin haberse subido a una patera la llevan en el corazón, a los que sin haber cruzado un peligroso río para buscar un sueño, viven ahogados en su cotidianeidad, y sin haber nacido en el desierto tienen desolación en el alma... y también les duele.

Soy afortunado, soy un inmigrante que besa su tierra de vez en cuando

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