jueves, 19 de agosto de 2010
SEÑORES FOTÓGRAFOS, HABLEMOS DE FOTOGRAFÍA
Susan Sontag, escribió hace ya 30 años una obra que es considerada fundamental –y para algunos la mejor- sobre fotografía. Interesante, pues Susan Sontag no es fotógrafa, cierto es que fue pareja desde los 80 de la reconocida fotógrafa Annie Leibovitz. Es la premisa básica para mis posteriores reflexiones sobre la fotografía.
Según Susan Sontag –en su artículo “la Estética del silencio”, cada época debe reinventar para si misma el proyecto de espiritualidad, es decir ideas, terminología, normas de conducta, actividades, etc encaminadas a resolver las dolorosas contradicciones estructurales inherentes a la situación humana.
Hace tiempo que el arte es parte esencial de la espiritualidad moderna la pregunta resultante es cuestionarse si el arte puede no solamente ejercer de vehículo espiritual para ese misterio que llamamos ser humano, sino además una herramienta para aliviarle del sufrimiento.
Nosotros hoy podemos alegrarnos del arte de la fotografía ¡Amamos la fotografía!, es una de las mejores defensas contra el inexorable paso del tiempo, es una metáfora de nuestro fatalismo de persistencia.
Nuestras fotografías hablan del escenario que hemos elegido para eternizar nuestra realidad, o quizás uno de los vehículos para dialogar con lo perenne. Es asimismo, la constatación de que hay una salida a la caverna platónica y su mundo de sombras.
Delante de una cámara sonreímos, evidenciamos nuestra seriedad, a veces nuestra excentricidad; pero sobre todo descubrimos muchas veces un atisbo del soplo vital que llevamos dentro.
Mediante la fotografía vamos conociendo poco a poco nuestra peculiar relación con la luz, pues es un milagro que un fenómeno físico que en el fondo son infinitas combinaciones de luz emancipen de nuestro interior emociones y sensaciones.
Con la fotografía le vamos robando su intimidad al mundo... y también a las personas.
Existe una frase del pueblo mexicano que reza: “El retrato es pa’ tus ojos, el original pa’ ti”. Ateniéndonos a la semántica mediante la cual las imágenes son un intento de captar la eternidad, y los ojos el espejo del alma, podríamos decir que la imagen pertenece al mundo arquetípico de lo eterno, y al mismo tiempo un placer para nuestra vista.
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