sábado, 2 de mayo de 2009

Viagra


Dr. Quixot, te escribo para confesarte que hice caso omiso a tus consejos y compré viagra. Recuerdo bien que me dijiste “ni viagra ni leches, elige bien a tus amantes y punto, que el deseo es el mejor estimulante”, pero cansado de provocar pena me compré la caja con 4, más de cuarenta euros de mi empobrecido bolsillo.

Alegremente y sin reverencia previa, deglutí la primera cuando había confirmado un encuentro, “llegaré en media hora”, me dijo, que es justo el tiempo en el que surte efecto. Pasaban los minutos y yo iba comprobando alegremente que la pastillita funcionaba.

Al pasar la media hora, me llama y me dice que ha surgido un imprevisto que le será imposible quedar, ¿puedes imaginar Sr. Quixot la frustración de sentirme “vivo y esplendente” y sin compañía?

La segunda pastillita fue toda una apoteosis, vale decir que la compañía amorosa era inefable.

En la tercera pastilla, viví una transmutación previa al encuentro, dejé de ser un ser humano y me convertí en un animal: un zorro, un toro, un tiburón... (hago un paréntesis Quixot para reclamar a la semántica por la imposibilidad de aplicar esos calificativos a las damas). Solo iniciar la faena el olor de aquella mujer inhibió todo deseo, se añadieron detalles físicos y de actitud que terminaron por dejarme “impotente” para la labor... el efecto de la pastillita se escondió... no apareció por ningún sitio de mi fisiología.

La cuarta pastilla surtió un efecto increíble, o eso creía, pues estaba fuerte, vigoroso, potente, entusiasta, etc. digo que eso creía porque dos días más tarde me encontré la pastillita en mi mesita de noche, ¡olvidé tomarla! , cuanta razón tienes Dr. Quixot, el viagra está en la cabeza.

- - - -

Bueno, es fin de semana, he arreglado mi terraza.

No hay comentarios: