Hace días buscaba metáforas para describir las dulces caricias que la luz y el viento dispensaban a los árboles.
El suave movimiento da las ramas y las sombras sucedáneas en el asfalto, conseguían una simbiosis entre mi vitalidad y la energía citadina.
La lluvia nocturna purificó el aire, limpió las calles, y una sensación prístina se apoderó de los peatones, la gente caminaba con un aire de dicha e inocencia en el rostro, a ti te pareció que Barcelona era “Una ciudad de cristal”, yo simplemente sentía que la amaba.
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