Sin Freud, Woody Allen sería un inocentón patético, Tony soprano sería un simple matón y Edipo no sería complejo.
Hace unos días un par de amigos jovencísimos me pidieron recomendaciones literarias, al margen de lo que les haya recomendado, confieso –con un poco de arrogancia- que me halagó mucho el hecho de que me preguntaran, pues ambos son inquietos, inteligentes, cultos y muy jóvenes.
La literatura nos ayuda a superar el caos, y la buena literatura es una de las garantes de que el ser humano a pesar de sus guerras, sus genocidios, etc. no ha fracasado. Las palabras bien tejidas colaboran intensamente a dotar de sentido a la vida, etc.
Alguna vez Paul Auster dijo algo así como que en el fondo la literatura se escribe a si misma, que sus personajes iban emergiendo lentamente. Yo creo algo similar, que los buenos escritores escriben desde la misma fuente, que la palabra se encarna dándole el matiz de la idiosincrasia de quien escribe.
Las peticiones de estos apasionados lectores las recibí al mismo tiempo, en una especie de “sincronismo” del que tanto nos habla Jung, y como esos días estaba más interesado que nunca en Freud y los sueños, y poco a poco iba esculpiendo la idea de que los sueños son reales, que la confusión viene al despertar, que la complicación no es integrar la experiencia onírica en la vida cotidiana sino al revés me decidí por recomendarle a uno de ellos algo con un toque Freudiano, le recomendé un bellísimo libro que intenta homenajear “La interpretación de los sueños” de Freud, una obra que relata el viaje que hicieron juntos a Nueva York Freud y Jung, principios del siglo XX, asesinatos, psicoanálisis, y Shakespeare en el ambiente. Todo ello cabe en la novela: “La interpretación del asesinato” de Jed Rubenfeld, pues es uno de las principales expertos en derecho constitucional de los Estados Unidos, asimismo experto en Freud y experto en Shakespeare.
Hace unos días un par de amigos jovencísimos me pidieron recomendaciones literarias, al margen de lo que les haya recomendado, confieso –con un poco de arrogancia- que me halagó mucho el hecho de que me preguntaran, pues ambos son inquietos, inteligentes, cultos y muy jóvenes.
La literatura nos ayuda a superar el caos, y la buena literatura es una de las garantes de que el ser humano a pesar de sus guerras, sus genocidios, etc. no ha fracasado. Las palabras bien tejidas colaboran intensamente a dotar de sentido a la vida, etc.
Alguna vez Paul Auster dijo algo así como que en el fondo la literatura se escribe a si misma, que sus personajes iban emergiendo lentamente. Yo creo algo similar, que los buenos escritores escriben desde la misma fuente, que la palabra se encarna dándole el matiz de la idiosincrasia de quien escribe.
Las peticiones de estos apasionados lectores las recibí al mismo tiempo, en una especie de “sincronismo” del que tanto nos habla Jung, y como esos días estaba más interesado que nunca en Freud y los sueños, y poco a poco iba esculpiendo la idea de que los sueños son reales, que la confusión viene al despertar, que la complicación no es integrar la experiencia onírica en la vida cotidiana sino al revés me decidí por recomendarle a uno de ellos algo con un toque Freudiano, le recomendé un bellísimo libro que intenta homenajear “La interpretación de los sueños” de Freud, una obra que relata el viaje que hicieron juntos a Nueva York Freud y Jung, principios del siglo XX, asesinatos, psicoanálisis, y Shakespeare en el ambiente. Todo ello cabe en la novela: “La interpretación del asesinato” de Jed Rubenfeld, pues es uno de las principales expertos en derecho constitucional de los Estados Unidos, asimismo experto en Freud y experto en Shakespeare.
Hace unas semanas dirigía un taller terapéutico y a cada consultante le recomendaba un libro que a mi juicio sintonizara con su momento vital... fue una gran experiencia, me estoy planteando incluir la recomendación literaria en mis servicios terapéuticos.
¿LA FOTO? pues mire usted esos dos chicos son de Zacatecas
1 comentario:
Cuando leí "la interpretación de los sueños" me di cuenta de que no debía explicar mis sueños a la gente tan alegremente, no sin antes haber intentado saber porqué los soñé.
En todo caso, mientras lo leía, tenía una frecuencia de sueños "recordados" mucho mayor a la habitual.
podi-.
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