Los días lluviosos me suelen gustar, matizo diciendo que no me suelo pelear con el temporal, me adapto muy bien al sol y a la lluvia, al frío o a las tormentas, al fin y al cabo el temporal es una metáfora de la vida misma, y como dice la sabiduría popular, mejor dar una buena cara al tiempo.
Desde siempre estos días me invitaban a la introspección, a la música y a la lectura, mediante estos días apercibes la belleza que la soledad tiene, entendida esta como estar a gusto en tu piel, hacerte responsable de tu vida, diferente de la desolación que es querer estar con alguien y no poder.
Faulkner es un buen autor para estos días, hay libros que te enganchan por la historia, y quieres saber que pasará en el capítulo siguiente; los clásicos de la literatura –y Faulkner es uno de ellos- no solo se leen por lo que te explican, sino también por sus palabras mismas, leer sus textos produce un éxtasis –en el sentido etimológico de la palabra-, un gozo en las palabras mismas.
Llueve y en Chicago está nevando, lo se porque mis padres –que muy mayores encontraron el gustillo a los viajes- están en esa fantástica ciudad. Y me han dado ganas de estar frente al fuego a su lado, mientras la nieve cae dando un añadido de belleza al silencio.
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