Dije entre dientes: “tenemos aquí a una Madame Bovary” y no supe el alcance de mis palabras.
Aquella mujer rompía las convenciones morales de su pequeño pueblo enclavado en la sierra madre occidental mexicana, -de allí mi analógico comentario-.
Al año recibí una carta de aquella mujer donde me manifestaba que no se sentía en absoluto una “Madame Bovary”, y que a pesar del “insulto fino” estaba agradecida, pues buscando el libro de Gustave Flaubert, dio con otro buen escritor brasileño: Rubem Fonseca.
Me explicaba en la carta, que el gran escritor brasileño era sumo admirador de Flaubert, tanto, que el personaje que aparecía en todos sus libros se llamaba: Gustavo Flavio, en honor a Gustave Flaubert, un personaje (el de Fomseca) violento, erótico y sobre todo solitario.
Después de leer aquella carta, no exenta de detalles sobre sus múltiples escarceos con los hombres de la comarca, especialmente con los cultos o ricos (léase el cura del pueblo, el médico, el terrateniente, etc.) salí corriendo a buscar libros de FOMSECA pues nunca había escuchado siquiera su nombre.
Con el tiempo se ha convertido en uno de mis favoritos. He sabido por ejemplo que cuando le entregaron el premio Juan Rulfo en el año 2003, lo recibió de manos de Gabriel García Márquez, quien solicitó al jurado tal prerrogativa, aludiendo que fue Rubem Fonseca quien habiendo leído las primeras obras de García Márquez le dijo que era una basura, y le regaló “Pedro Páramo” –para que aprenda a escribir- le dijo.
Gustave Flaubert nos regaló a aquella Madame Bovary mexicana y a mi, el placer de leer a Rubem Fonseca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario