Estaba revisando fotos antiguas y me encontré un archivo de dos conciertos de Lila Downs en Barcelona de los cuales guardo muy buenos recuerdos.
El escenario se cubrió de un colorido peculiar, típico mexicano – diría alguno de los presentes- a mi me pareció una vendedora de pájaros, con el colorido de un loro y de una guacamaya al mismo tiempo.
Un cuerpo y un colorido que anhelaban comunicación, que te abrazaba con sus movimientos y te reclamaba indefectiblemente tu atención.
La pasión y los movimientos de sus brazos eran catárticos, una cathartes aura, el ave fénix que renace de sus cenizas y te invita a la vida, y a una vida intensa para ascender y entonces convertirse en un halcón que planea en el viento con grácil belleza hasta encontrar el objetivo y lanzarse a por él a la máxima velocidad posible.
Un momento especial del concierto de Razzmatazz, fue cuando con la Marina Rosell, le cantaron a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, el cuervo de la muerte que ha revoloteado sobre las obreras pobres de la frontera, han sido violadas, maltratadas y muertas; débiles palomas grises delante de una sociedad indiferente; y recordé como Lila –calladamente- ha luchado siempre por los derechos de los inmigrantes en la frontera con los Estados Unidos, como un Gavilán, el más responsable de los pájaros que cuida siempre de sus polluelos.
La música a ratos te remontaba a los Andes y podías percibir la energía del Cóndor, el ave que empieza todo de nuevo a partir de cero, y te invitaba – a través de la música- a no resignarte, a empezar –siempre que se necesite- de nuevo.
José Alfredo Jiménez y el rincón de una cantina, fueron el epítome de la nostalgia mexicana, extendida al espíritu catalán presente.
Éramos catorce, un concierto que nos supo a poco, intenso y demasiado corto. Por suerte pudimos cantar y poderle gritar nuevamente: LILA CANTAS BIEN CHINGON ¡
http://www.youtube.com/watch?v=5IUWSnIWhHA
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