domingo, 9 de mayo de 2010

Санкт-Петербург (San Petersburgo)

Escribo estas líneas en San Petersburgo unas horas antes de volver a Barcelona (si las


cenizas del volcán lo permiten).

Esta ciudad da para muchas postales, los palacios, las plazas, los canales, las iglesias, los museos, concurrida avenida Nevsky....


En general nos hemos topado con personas amables, especialmente las del hotel, que nos han recibido sonrientes y encantados de que vivamos en Barcelona, parece que nuestra ciudad les gusta mucho, por la calle se percibe un discreto halo de melancolía mezclado con dignidad en los paseantes, quizás solo sea mi percepción, pero coincide con las descripciones de los personales de Gogol, Dostoievski, Grossman, etc. ciertamente ese aire lúgubre se rompía fácilmente al anochecer con las hordas de jóvenes con atuendos modernos y carácter festivo.


San Petersburgo tiene fama de tener buena fiesta y previo a nuestro viaje nos hablaron de todo tipo de bares y sitios de fiesta, solo pudimos comprobar un trozo, pues la discoteca a la que fuimos el primer día tenía un Karaoke al que nos aficionamos, porque era divertido ver a los Rusos cantando sus canciones con aquella pasión, y gracias a esas canciones “Pop” comprobamos que globalizados como todo el mundo (Mc’donalds incluido) tienen aspectos de su cultura desconocidos para todos nosotros, un ejemplo de ello, su música pop. Además para mi compañero de viaje parece que le resultó muy fácil aprenderse el alfabeto cirílico y podía seguir y cantar las canciones.


Hago un paréntesis para mencionar que cada vez me hago aficionado a las guías turísticas, pues todos los sitios y recomendaciones que seguimos ateniéndonos a la guía resultaron un acierto, de esta manera pudimos comer comida rusa a muy buen precio, seleccionar los atractivos turísticos, elegir el mejor momento para ir, etc. también nos dejamos sorprender por el día a día, y puedo decir que no es una ciudad tan cara como nos habían explicado, o quizás nuestras búsquedas estaban orientadas en disfrutar sin horadar el bolsillo, se explica porque una ciudad tan grande como esta y tan contrastada seguro que tiene lugares para personas con una excesiva solvencia económica y para los que viven al día.


Los rusos como cualquier país tienen sus cadenas de “Fast food” y en general son bastante aceptables y a buen precio, las pequeñas tiendas de alimentos, bebidas, licores, tabaco, etc, están esparcidas por toda la ciudad y muchas de ellas con servicio las 24 horas.


Nos ha tocado vivir la celebración del “día de la victoria” 65 años después, y hemos sido partícipes de un nacionalismo que yo tacharía de “legítimo”, pues esta ciudad –como todos sabemos- perdió dos terceras partes de sus habitantes mientras estuvo cercada por los alemanes, de tal manera que los gritos entusiastas de los habitantes mientras desfilaban sus veteranos y sobrevivientes de guerra, se percibían auténticos y emotivos. Y pensé que el nacionalismo ha ayudado a los Rusos a darle sentido a un país tan grande, la plaza frente al museo Hermitage fue el escenario de la celebración y la avenida Nevsky el lugar para el desfile.


Esta ciudad imperial también tiene barrios decadentes, algunos barrios del centro tienen edificios viejos y descuidados, con patios centrales sucios y deprimentes, que evocan con facilidad los escenarios del culposo y cavilante Raskolnikov de Dostoievski.


No nos hemos topado a la mafia Rusa, aunque un ocasional interlocutor en un bar de mala muerte nos aseguraba con facies ebria y sonrisa dudosa que trabajaba en fiestas de desfase de gente muy rica, ¿qué tipo de desfase? –le pregunté- “¿cómo te desfasas cuando lo haces tu?” contestó sin responder mi pregunta.


El metro es símbolo del orgullo soviético, que construía el metro sintiendo que edificaba “Palacios para el pueblo”, funciona a la perfección, es antológico, a ratos bello, a ratos agobiante (como cualquier metro del mundo), muy bueno contrastado con el resto de transporte público, por ejemplo los “Minibuses” pequeños y viejos autobuses que te muestras –sin proponérselo- la hegemonía –y en trozos la pobreza- de los barrios periféricos.


Estoy muy feliz de haber cumplido este sueño, conocer San Petersburgo, de haber admirado todas las maravillas arquitectónicas que esta ciudad tiene. Este viaje en especial me ha despojado de mi aversión y pereza natural por los museos, pues el Hermitage, ha sido una experiencia inolvidable, por la calidad y cantidad de su acervo, pero más me ha sorprendido aún la experiencia agradable de disfrutar el museo ruso, un momento pacífico, placentero y sin duda espiritual.


Más cosas podría decir sobre este viaje y sobre San Petersburgo, solo diré que lo mejor del viaje –como casi siempre- ha sido la compañía (tengo mucha suerte para tener compañeras y compañeros fantásticos de viaje y esta vez no ha sido la excepción) GRACIAS KUBA.

FOTO Un caballero en la encrucijada. Viktor Vasnetsov (museo ruso)

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