Concha Buika nos cantó anoche “Volver, Volver” y “El último trago” entre otras, una voz que en los primeros registros se percibe dulce y áspera a la vez, que seduce al oído pero que se rompe innecesariamente en todos los registros altos.
Y es que mire usted, para cantar las canciones de José Alfredo, con la pasión que canta Chavela o Vicente Fernández, hace falta algo más que simplemente tener el corazón herido, hace falta tener un desgarro existencial, una melancolía infinita (como la que anida en el corazón de los mexicanos), ser un adepto a la religión del tequila, en una palabra: una transmutación de las letras de las canciones en vida.
Concha tiene una voz bella y peculiar, que se descompone en esa rebeldía que no acaba de encontrar sus causas, ella dedica sus canciones a los “amores imposibles”, a “los bien paridos”, “a los que no tienen remedio”, y cada mini reflexión termina diciendo “Como yo”. Comprendí que sus gritos desgarradores que intentan ser canto, son en realidad una búsqueda de cual es su verdadero sitio en el mundo, sin duda lo conseguirá, tiene carisma, energía, voz, dominio de la escena, etc. pero para cantar una ranchera, sigo prefiriendo a Chavela.
viernes, 6 de noviembre de 2009
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