Nos gustan las historias porque nos recuerdan que los seres humanos compartimos anhelos y temores; incertidumbre y búsqueda de felicidad, etc.
Cuando sabemos de otras historias, regresamos a la nuestra con más presencia, nos hemos enriquecido, hemos participado de otras vidas y volvemos a la nuestra asintiendo de manera más intensa.
Las historias ajenas nos enriquecen, aprendemos de ellas; aunque a veces, leyendo otras historias podríamos sentirnos decepcionados de la que nos pertenece y entonces pretendemos refugiarnos en otra diferente y ajena, y vivimos otras vidas y dejamos pasar la propia.
Es bueno leer grandes historias porque le dan fortaleza a la nuestra, pero sobre todo, es vital vivir a conciencia la propia vida, la propia historia, es la que nos pertenece, es con ella que somos auténticos, es mediante ella que alcanzamos plenitud.
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