Justo cuando pensaba que el verano había terminado y que el color de las pieles empezaría a disminuir lentamente, asistimos en pleno octubre al jugueteo de un sol candente.
Todo parece que el halo hormonal que el verano siempre tiene, se sigue confundiendo con el viento y con la brisa marina que araña la ciudad. Los bañistas se olvidan por un rato del euribor, del gobierno y de la oposición; de la gripe A y de cualquier noticia que empañe la regencia de los melanocitos.
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