jueves, 4 de junio de 2009

VUELO AM 06




El vuelo salió a tiempo de París y a tiempo aterrizó en México, una vez más Aeroméxico no me defraudó. Un Boeing 767 200 pequeño, de esos en los que, si te toca suerte como a mi esta vez, podrás viajar solo en dos asientos pegado a una ventanilla.

He podido leer, escuchar música, escribir notas en mi pequeño cuaderno y sobre todo jugar a mi juego favorito: Observar a la gente.

Desparramada Ortiz ha subido al avión con ojos llorosos, inicialmente sería mi compañera de asiento, pero se ha apoderado de los tres asientos centrales que estaban vacíos y se ha esparcido con generosidad, solo se ha levantado para beber vino tinto, tantas ocasiones que al final, le ha pedido a la azafata que le deje la botella, se la han dejado.

Cabe mencionar que las azafatas de la cabina de turistas parecían haber sido elegidas en un concurso cuyas participantes deberían tener un cuerpo voluminoso y una cara redonda y morena; y que además deberían sostener un excéntrico peinado, amen del maquillaje. Pero seguramente la amabilidad también era un requisito.

Académico Grass estuvo absorto durante mucho tiempo sobre el tecleado de su ordenador, hasta que las baterías dijeron “basta”, entonces comió una tras otra tres bolsas de papas fritas y dos latas de cervezas, entonces aquel chico joven, esbelto y rubio se puso el antifaz, y se olvidó del mundo, solo nos dejó la perfección de su barbilla como signo de presencia.

Ligón Jacques, moreno, de entre 40 y 50 años, escultural, con aire de elegido, conversaba discretamente ya con una guapa madre de un niño pequeño, ya con una francesa a la que interrumpió, los gestos manuales y faciales dejaban entrever un aire seductor, después estuvo conversando –seduciendo- a una adolescente mientras la madre de ésta dormía, y cuando por fin volvió a su asiento, una a una, las cuatro azafatas lo intentaron con él, y lo único que consiguieron fue emborracharlo con sus pregunta fácil ¿Quiere usted tomar algo?.

Inquieta Ramírez, daba ligeros paseos por el pasillo del avión, sus glúteos se movían con la parsimonia de quien vive pendiente de los vegetales que hay que comer y los ejercicios para mantenerse en forma, pero su cara tenía una expresión entre ausente y ligeramente estupefacta.

No tuve tiempo de ver que hicieron el resto de los pasajeros, en este vuelo que ha resultado plácido y tranquilo, porque lo más importante queridos amigos, es QUE ESTOY EN MÉXICO.

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