De vez en cuando saco del armario el traje bucólico y mirándome en el espejo de “La historia de la vida” no dejo de sorprenderme -de manera simple- sin sensaciones auto elogiosas de que el trabajo tenaz puede vencer muchos obstáculos, que siempre se puede mejorar la vida. Cuando adolescente, era impensable siquiera viajar a alguna ciudad cercana a Zacatecas, no había recursos, y ahora cruzo el atlántico con relativa facilidad. Todo ello no hubiera sido posible sin la confianza de mis padres, quienes apoyaron los proyectos más descabellados, las decisiones menos ortodoxas y que finalmente me llevaron a conseguir un pequeño sueño que tenía: Trabajar como médico en Barcelona.
Hoy han aterrizado ellos en Barcelona y no puedo dejar de experimentar alegría, por su presencia, y porque no puedo dejar de pensar que en el fondo siguen siendo esos humildes niños campesinos a los que el destino les ha permitido subirse a un avión.
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