martes, 22 de julio de 2008

Una historia de Lisboa


Todo fue tan repentino: mujeres llorando y un hombre que en pocos segundos yacía sobre las vías del tren. se había lanzado con ímpetu suicida y un ligero tropiezo con una de las vías lo llevó a desnucarse en la otra. Dos audaces hombres (rayando en la temeridad) en menos de un minuto lo sacaron de las vías y unos escasos segundos después llegaba el convoy del metro.

Nadie gritó “un médico” el hombre estaba muerto, su muerte previa al arrollamiento por el metro nos ahorró el doloroso espectáculo de la multiplicidad sangrienta, pero no me evitó la angustia en la bolsa que envuelve al corazón y sus esfuerzos para contenerlo, era como si ante el espectáculo de la muerte insistiera en golpear con más fuerza, como para potenciar la vida y conjurar la amenazadora muerte que se posó unos instantes en el metro de Lisboa.

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