Eran las cinco de la mañana cuando el teléfono me arranco de manera abrupta de un sueño profundo, lo peor fue que me arrancó de un sueño en el cual volvía a ser el Espartaco universitario que fui. De acuerdo, exagero, nunca tuve la fuerza física, ni ideológica que tuvo el de Tracia; ni siquiera se dirá de mi -como se dice de él ahora- que era un hombre culto, inteligente y justo, pero es un hecho verídico que siempre fui el “organizador” de cosas en la universidad y en el hospital.
Esa llamada me abdujo también de un cúmulo de sensaciones animales que me llevaban lo mismo a trepar rocas, experimentar la sensación de peligro circundante, sortear fieras, cruzar ríos e incluso volar, sentía con claridad el movimiento de mis brazos como si fueran alas. Onomatopeya Onírica Pura.
Los sueños, sueños son. Y no creo que con el Soliloquio de Segismundo en “La vida es sueño” Calderón de la Barca intentara trivializar o restarles importancia, todo lo contrario, es la anáfora que constata que los sueños “se tejen aparte”, que pertenecen a un mundo del que todavía desconocemos mucho.
Para mi los sueños son un recinto sagrado del que esta noche me han sacado.
FELIZ MIERCOLES
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