“Cuando encuentres mis huesos dejaré de escribir cartas”
No lo buscábamos a él, buscábamos a otro desaparecido, y peinando las lomas semidesérticas encontramos sus huesos, la hebilla de su cinturón, sus botas y despojos de su sombrero. El maestro Artemio dijo que era “cadera de hombre”, “calaca de hombre”, en definitiva huesos de hombre joven como Rosendo a quien todo mundo hacía en los Estados Unidos.
“Querida Engracia: te mando estos cien dólares, que te rindan, y no dejes de decirles a los escuincles que su papá los quiere”.
Breves cartas recibió Engracia durante tres años, notas breves y cien dólares en cada una, era su letra, en un sobre con remitente sin dirección, sello de California, cartas de su puño y letra, y eso que el profe Artemio dijo que los huesos eran de alguien que llevaba más de un año de muerto.
Pero no lo buscábamos a él, buscábamos a otro desaparecido.
“Cuando encontraron mis huesos, dejé de escribir cartas”
feliz viernes
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