La
naturaleza es una fuente inagotable de metáforas para que no nos tomemos
nuestra vida demasiado en serio y, paradójicamente para no perder nunca la
esperanza.
La naturaleza puede extinguir la vida con una facilidad asombrosa: solo le basta un huracán, una sequía, un terremoto, etc. y por otro lado permite una epifanía vital prodigiosa: así vemos renacer las plantas en la primavera, nos maravillamos con la lucha que cada ser vivo sostiene para crecer, para reproducirse, para sobrevivir... el mundo vegetal y animal es una diáspora de cómo la naturaleza permite la efervescencia de la vida.
Si fuéramos conscientes de ello, seríamos capaces de mirar con respeto –y quizás en silencio- aquellos periodos en los que parece que no pasa nada en nuestra vida, y no confundir esa “hibernación” vital con el absurdo.
Los seres humanos nos esforzamos explícita o tácitamente por darle un sentido a nuestra vida, y no siempre es posible, nuestra vida está impregnada de acciones absurdas, intereses sin sentido, tiempos muertos, algunas relaciones estúpidas, etc.
En mi barrio hay un chico que camina con un cierto desatino cada día, con pasos presurosos, en cualquier época del año viste un pantalón corto muy ajustado, una chaqueta, una gorra y una mirada perdida, gracias a su monomanía sin sentido, muchos de los que al verlo se burlan, pueden sobrellevar sus propias actividades absurdas, sus propios ratos vitales sin sentido.
Hablo de él porque no puedo hablar de muchas cosas absurdas de las que me entero cada día, de muchas preocupaciones inútiles, del narcisismo que nos obliga a mirarnos constantemente el ombligo, de la arrogancia pueril que no tolera el mínimo de frustración, del insoportable y aburrido sopor que amenaza nuestra vida cuando parece que no pasa nada.
En realidad quería reflexionar sobre la vida, sobre las desgracias, sobre la festividad de pertenecer a los vivos, y que al mismo tiempo seamos testigos de las calamidades.
También quería centrarme, estar lúcido y lo más vivo posible, intentaba saber cómo se combina el milagro de la vida con la realidad del absurdo, porque a veces parece que en nuestra vida “no pasa nada” y en realidad podría estar ocurriendo algo similar a lo que ocurre en la naturaleza: un tubérculo escondido en el subsuelo sorprenderá con una bella flor, o una tierra embravecida nos dará un baile mortal.
La naturaleza puede extinguir la vida con una facilidad asombrosa: solo le basta un huracán, una sequía, un terremoto, etc. y por otro lado permite una epifanía vital prodigiosa: así vemos renacer las plantas en la primavera, nos maravillamos con la lucha que cada ser vivo sostiene para crecer, para reproducirse, para sobrevivir... el mundo vegetal y animal es una diáspora de cómo la naturaleza permite la efervescencia de la vida.
Si fuéramos conscientes de ello, seríamos capaces de mirar con respeto –y quizás en silencio- aquellos periodos en los que parece que no pasa nada en nuestra vida, y no confundir esa “hibernación” vital con el absurdo.
Los seres humanos nos esforzamos explícita o tácitamente por darle un sentido a nuestra vida, y no siempre es posible, nuestra vida está impregnada de acciones absurdas, intereses sin sentido, tiempos muertos, algunas relaciones estúpidas, etc.
En mi barrio hay un chico que camina con un cierto desatino cada día, con pasos presurosos, en cualquier época del año viste un pantalón corto muy ajustado, una chaqueta, una gorra y una mirada perdida, gracias a su monomanía sin sentido, muchos de los que al verlo se burlan, pueden sobrellevar sus propias actividades absurdas, sus propios ratos vitales sin sentido.
Hablo de él porque no puedo hablar de muchas cosas absurdas de las que me entero cada día, de muchas preocupaciones inútiles, del narcisismo que nos obliga a mirarnos constantemente el ombligo, de la arrogancia pueril que no tolera el mínimo de frustración, del insoportable y aburrido sopor que amenaza nuestra vida cuando parece que no pasa nada.
En realidad quería reflexionar sobre la vida, sobre las desgracias, sobre la festividad de pertenecer a los vivos, y que al mismo tiempo seamos testigos de las calamidades.
También quería centrarme, estar lúcido y lo más vivo posible, intentaba saber cómo se combina el milagro de la vida con la realidad del absurdo, porque a veces parece que en nuestra vida “no pasa nada” y en realidad podría estar ocurriendo algo similar a lo que ocurre en la naturaleza: un tubérculo escondido en el subsuelo sorprenderá con una bella flor, o una tierra embravecida nos dará un baile mortal.
4 comentarios:
Yo añadiría el mundo mineral.
Així com la llavor reposa dins la terra un temps abans de germinar (la little flanner flower australiana necessita uns 50 anys).Aquest temps en el que no passa res...mmmm, què bo és.
Així com la llavor reposa dins la terra un temps abans de germinar (la little flanner flower australiana necessita uns 50 anys).Aquest temps en el que no passa res...mmmm, què bo és.
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