martes, 22 de junio de 2010

HA MUERTO LA TIA OLIVA

El domingo pasado paseaba por el cementerio de Pere Lachaise en París, abstraído en ese misterio que llamamos muerte, y lo hacía mientras reflexionaba en las muertes de Saramago y Carlos Monsiváis. Al mismo tiempo buscaba la tumba de Hahnemann, Chopin, Oscar Wilde y muchos otros nombres que seguramente a mi tía Oliva, flor del semidesierto, no le dicen nada, pensaba en la muerte mientras ella estaba muriendo.

Ha muerto la tía Oliva, y su muerte se une a otras muertes que he tenido que vivir a la distancia, sin poder participar de la ternura, solemnidad y fiesta que supone un funeral de los campesinos en México.

En la figura de la tía Oliva reviven otras tías que –sin saberlo- han sido mujeres sin título pero maestras del sentido común. Cuando algún “sabiondo repelente” ha intentado impresionarme siempre pienso para mis adentros “Eso ya lo sabían mis tías”.

Con la tía Oliva viene a mi memoria, su amoroso regazo cuando las lágrimas infantiles parecían carecer de sentido, abrazos aderezados con música, e imborrables mañanas en su deliciosa cocina, a su lado te sentías en familia, madre democrática que amaba por igual y sin distingo.

Ya no puedo recordar si fue ella, la tía Toña, la tía Zenaida, la tía Rosa, la que te fulminaba con sus preguntas directas: ¿Qué prefieres, el arado o el cuaderno? Todo estaba dicho. ¿Ves como mis perros y mis gatos son tan educados?, y te lo mostraba con un garrote en la mano. Mis queridas tías, fáciles y sencillas como los lirios que crecen agarrados a los huizaches, nutridos con poco y bellos así, sin más.

La tía Oliva –antes de sus largos años de enfermedad- no tuvo medida para querernos, para abrazarnos, para ser como una sabina robusta donde los niños encontramos un refugio para el inseguro mundo. Como no le cabía el amor que nos quería dar, lo transmutaba en “gorditas” bien repletas.

Un aguijón ponzoñoso tengo en el pecho, para el cual no encuentro remedio, pues lleva el veneno de los “sin papeles”, de la inmigración criminalizada... dos de sus queridos hijos tampoco podrán asistir a su entierro, leyes injustas y malditas los retienen en ese “paraíso” llamado “Estados Unidos”

Tía Oliva, te queremos.

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CUANDO TENGAS GANAS DE MORIRTE (Jaime Sabines)

Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y veras que hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.

Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.

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