Celebramos a la madre y con ella a la vida.
Todos los pueblos desde Grecia han tenido una celebración para la madre, en el México prehispánico se veneraba a Tonantzin, que significa «nuestra madre venerable» reconocida como la madre de los dioses y a quien se le brindaban peregrinaciones en el Tepeyac.
La celebración tal como la conocemos ahora fue impulsada en Estados Unidos por Ana Jarvis y reconocida por el congreso y el presidente Wilson en el año 1914.
Felicito a mi madre con Cine, porque sin duda la película que más nos marca en la vida se llama “Mamá”, quizás por eso “Todo sobre mi madre” de Pedro Almodóvar fascine desde el título mismo, aunque sea una referencia a All about Eve, Eva al desnudo o incluso “La malvada” en algunas traducciones de México.
A mi madre le gustaba ir al cine: a dormir. Múltiples razones justificaban tal cosa: (elija la opción que más le guste)
Las películas no le parecían tan interesantes.
Ella tenía suficiente con su vida de película.
Tiene una severa miopía desde niña –muy bien disimulada.
Tenía cinco hijos y pocas horas para descansar. que probablemente
Podía estar al lado de mi padre, simplemente reposada en su hombro.
Quería un anticipo del limbo.
En Zacatecas, como en muchos otros sitios en el mundo había dos cines: el cine Ilusión y el cine Rex. El de los pobres y el de los ricos. (Por cierto también hay dos panteones: el de los pobres y el de los ricos). De mortuis nihil nisi bene. A la Biblia le falta esa parte, además de separar Dios el cielo de la tierra, el día y la noche, etc. también separó a los ricos de los pobres: en la tierra y en el cielo.
El cine Ilusión, el de los pobres, se le llamaba cariñosamente (ahora me lo parece más desgarradoramente) el cine “hilachas”, y lo cierto es que el día de ir al cine la gente dejaba sus hilachas y vestía lo mejor que podía. Hoy es un hotel, -feo por cierto- con un nombre feo: Argento Inn, y ya no quedan restos de las puertas rojas con la luna de cristal en el centro con marco dorado, las gruesas cortinas de terciopelo azul hace tiempo que reposan en el subsuelo de Zacatecas junto a la basura acumulada por años; la escalera de madera cubierta de alfombra desgastada que daba acceso a los palcos es solo un débil recuerdo en la mente de algunos pocos. Hoy la metástasis de todo aquello se vive en MULTIMAX, el complejo de “no se cuantas salas”.
El Rex, aún siendo de los ricos, los domingos por la mañana también podía ser de los pobres el día de la “matinée”: y aún no entiendo como es que en un domingo por la mañana nos pusieron “El hombre elefante”, y lo curioso es que no he vuelto a verla, no se si sea por una lealtad a mi infancia, para conservar la imagen del cine que ya no existe –ahora convertido en un Estacionamiento, también feo- o porque ya desde entonces yo acostumbraba a dormirme aunque fuera un par de minutos en cada película, y esa película me recuerda mi mala costumbre de dormirme en el cine (repito, solo breves minutos). Volveré a verla e intentaré no dormirme más de tres minutos creo que David Lynch y Anthony Hopkins lo merecen.
Siempre que veo una película duermo dos minutos de lealtad a mi madre.
No se si la he dejado al desnudo, revelando detalles de su intimidad, o es más bien mi lealtad hacia ella –durmiendo siempre que veo una película- (aunque sea dos minutos) la que ha quedado al desnudo.
Como se que esto lo leerán mis sobrinos, y mi homenaje va de cine, les hago un guiño con la ya mítica rima que solemos gritar desde pequeños
“Madre querida,
madre adorada
vamos al cine
y tu pagas la entrada…”
FOTO: Mi madre
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