EL SINDROME DE ULISES
(Con respeto para mis paisanos emigrantes en USA)
Los norteamericanos lo saben todo.
Se trata del síndrome de Ulises: insomnio, tristeza, nostalgia, lágrimas de maíz.
Hoy no ha aparecido la última ilusión que permanecía como bandera, se ha esfumado, ya no te han consolado las tres últimas cartas selladas en un desértico paraje.
El entusiasmo esperanzado que te protegió en la travesía del desierto se ha perdido. Ya no encuentras los sueños que te sirvieron de balsa para el Río grande, ese que divide tus sueños y tu realidad; el primero mundo y el mundo del nunca jamás; el mundo que se apodera de todo y el mundo que tiene eternos sueños postergados.
Te has derrotado, te llaman “looser”, “beaner”, yo cariñosamente te seguiré llamando “bracero”, mi querido paisano.
Serás mi Sansón que regresa al llano, el que nutre su mirada con el nostálgico paisaje, serás la herida abierta que engrandece, el sueño que penetra en la roca, que se cuelga de un árbol como liquen, como licopodio, que vive en el árbol pero no se alimenta de él; cuyas raíces están eternamente en el aire, alimentadas del viento y de la brizna.
Pero hoy estás aquí, perdido en esta selva blanca, en este frío que compite con la dureza de los corazones.
No temas, no es la zozobra permanente del “sin papeles”, no es la frustración, no es la doble identidad de un país que te permite trabajar solo si lo haces ilegalmente y que tolera que tengas otro nombre en una tarjeta falsa. Es el síndrome de Ulises.
Es verdad que aquí los sueños no se crean con maíz, que las frentes han perdido el gusto por el sol, las conversaciones y el tiempo libre, que la vida es para una actividad constante, para justificar la existencia, que no se trata de vivir por vivir.
La nostalgia de los inmigrantes en los Estados Unidos tiene un nombre científico: El síndrome de Ulises. Felicidades señores psiquiatras americanos, nuestros problemas son menores.
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