Nikolai Vasilievich Gogol, Ucraniano, escribió en Ruso, conoció a Pushkin, intentó labrarse un futuro en la burocracia Zarista... nos legó “Almas muertas”, una descripción sarcástica de la Rusia feudal. Gogol quien enloquecido (llegó a ser un peregrino en Jerusalén) destruyó la segunda parte de “Almas muertas”.
El sueco Kjell Johansson ha conseguido crear una autobiografía de Gogol tan creíble, tierna, emotiva y simbólica que frecuentemente tenemos que recordarnos que no fue escrita por el ucraniano hace siglo y medio sino en la Suecia de hace veinte años.
“Yo estaba en la explanada observando la hoja de roble ocre y reseca. Cuando fui a recogerla, se alejó volando repentina e inexplicablemente. Eché a correr tras ella. Una vez más se me escapó de las manos. Una vez y otra y otra, hasta que por fin la atrapé, la apreté fuerte para, al abrir la mano, descubrir que ¡había dejado de existir!”, Ese es el comienzo del relato...
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