La espera bajo la tierra es lenta y silenciosa, ya no hay un corazón latiendo y sin embargo, un compás que baila con el tiempo marca un ritmo equilibrado para entrar completamente en el sueño, en el olvido, en la nada que lo soluciona todo.
Mi carne se va pegando a mis huesos, al mismo tiempo que los dibujos de mi piel se van convirtiendo en figuras de metal, la tinta transmutada en acero.
Lentamente, silenciosamente, de la misma manera como una montaña se erosiona en milenios, se disolviendo mi materia, haciendo realidad la profecía de ser polvo eterno.
Se han pulverizado mis huesos, lo que fui alguna vez ahora pertenece por completo a la tierra.
Sin embargo, yo permanezco, en los dibujos metálicos quedo yo eterno: El tatuaje
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