domingo, 17 de mayo de 2020

SOMOS LOS SOBREVIVIENTES DE OTRAS EPIDEMIAS


Es mayo del 2020 y estamos viviendo la pandemia del Covid19. Esta epidemia nos está enseñado a todos a ser humildes y aprender día a día, todavía no podemos tener opiniones epidemiológicas concluyentes, tampoco económicas, filosóficas, etc. pero si podemos hacer un recuento de lo que ha ocurrido hasta ahora y reflexionar sobre el hecho de que somos los descendientes de los que sobrevivieron a otras epidemias y tuvieron hijos.
En Marenostrum, lugar donde trabajo, tres de mis compañeras han estado en primera línea en las unidades de cuidados intensivos, una compañera más en los servicios de atención primaria, los equipos de partos dieron soporte en todo momento, tenemos la anécdota de que una de nuestras pacientes parió en la playa, etc. El otro día nuestra compañera osteópata María Cristina, al explicar los tratamientos que hace la osteopatía nos dijo que cuando un osteópata trabaja, a veces hace movimientos tan suaves, que pareciera que no está haciendo nada, hizo una analogía: cuando alguien que está leyendo un libro, allí en silencio, sin hacer nada aparentemente probablemente esté empezando una revolución.
Hemos estado confinados durante dos meses, un confinamiento que nos ha despertado una conciencia de lealtad con otros seres humanos que también han estado confinados, durante estos dos meses, nuestra propuesta fue conectar profundamente con los que habían estado encerrados en otro tiempo, y también con los encerrados cercanos, los de nuestra familia que habían sufrido un encierro en alguna institución total de las que hablaba Erving Goffman. Gracias a esa consciencia de conexión, muchas personas pudieron vivir el confinamiento con paz, y otras incluso han logrado grandes transformaciones, al ser conscientes de la similitud en edad, nombre, circunstancias de su vida actual con los que vivieron situaciones en otra época, especialmente en la gripe española, la necesidad de esconderse en la guerra civil, etc. todo ello trajo conciencia y fuerza personal.
Empezamos el confinamiento con la idea de vivirlo desde “el ojo del huracán” el silencio en medio de la tormenta, pero con la disposición para salir a ayudar si las circunstancias lo requerían. Y volver siempre al ojo del huracán, al momento presente.

Tuvimos presentes en todo momento a UNA TRIBU NÓMADA que se confinaba transitoriamente: LOS NIÑOS y estuvimos contemplando con admiración, y respeto a todos los padres que convirtieron su casa en un circo, un teatro, un salón de baile, un gimnasio, un taller, etc. era muy importante, porque MIRANDO A LOS NIÑOS BRILLAN LAS SOLUCIONES.
Fue avanzando el tiempo y nos encontramos con una gran tragedia: más de la mitad de los muertos en esta epidemia eran ancianos en residencias, es decir, eran personas ya confinadas de por sí, y de alguna manera, a esos niños de la postguerra, el destino los llevó a ser leales a sus propios padres y abuelos que vivieron las tragedias posteriores a la guerra civil.
Es importante animar y sostener a nuestros queridos ancianos, con un especial homenaje a los que se marcharon sin una honra fúnebre, sin el acompañamiento de su familia, murieron en soledad, de alguna manera son desaparecidos, y eso genera una memoria sistémica, nos conecta con otros desaparecidos de otras épocas, para ellos nuestra honra y nuestro corazón. Pero luego también están NUESTROS MAYORES QUE SE HAN QUEDADDO, y que podrían empezar a tener la lealtad que tienen un soldado que ha vuelto de la guerra y ha perdido a su amigo, a ellos les queremos decir que SE HAN QUEDADO CON TODA LA FUERZA de la vida que nos vive, que el destino ha querido que nos acompañen para hacer sólido el relato. Es fascinante que esta oportunidad de renacer los incluya a ellos, a nuestros mayores.

 ¿DEBEMOS TENER ESPERANZA?
Aristóteles decía que la esperanza es el sueño de los que estamos despiertos.
En el año 535 ocurrió la "pequeña edad de hielo", el mundo se sumió en la oscuridad durante 18 meses, hubo epidemias de peste, hambrunas, guerras... una atmósfera apocalíptica.
Nos ponemos en la piel de aquellos seres humanos imaginando el fin del mundo y el fin de nuestra especie, quizás pensando en dioses terribles, en un dios vengativo, en unos poderosos que los querían aniquilar... y de pronto pensamos: AQUI ESTAMOS, somos los hijos de aquellos que sobrevivieron y tuvieron hijos, sobreviviendo ellos, hemos sobrevivido nosotros.

Somos los descendientes de nuestros antepasados y somos los herederos de nuestros ancestros.
PROCOPIO describió de esta manera aquella pequeña edad de hielo: Durante este año el Sol daba su luz sin brillo, como la Luna, durante este año entero, y se parecía completamente al Sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros tal como acostumbra. Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron libres ni de la guerra ni de la peste ni de ninguna cosa que no llevara a la muerte. Y sucedió en el momento en que Justiniano estaba en el décimo año de su reinado.
Decía SUSAN SONTAG: “Amemos el pasado, hemos sobrevivido”, pensando en aquellas calamidades que vivieron nuestros antepasados, y viendo que hoy estamos aquí seleccionando que ver en Netflix y que tipo de comida ordenar para traer a casa, podemos tener esperanza.

¿CAMBIAREMOS ALGO LOS SERES HUMANOS?
No se puede dar una respuesta tajante, los seres humanos hemos dado muchas muestras de solidaridad, pero también de horror. Alemania nos ha dado pensadores y poetas exquisitos, y también nos dio el holocausto.
En el siglo pasado vivimos dos guerras mundiales especialmente trágicas, posteriores a ellas, hemos vivido grandes tiempos de paz, en México nos solían decir, antes de la tragedia del narcotráfico, que era un país privilegiado, no había conocido una guerra ni interna ni externa posterior a la revolución mexicana, y en general, en Europa y gran parte del mundo se estableció un “estado de bienestar” con muchas tragedias, pero con una sensación de progreso: cada vez más nos fuimos subiendo a los aviones, etc. pero ¿Realmente hemos aprendido?, ¿Ha cambiado algo la humanidad posterior a una gran tragedia, por ejemplo, una guerra, una epidemia, etc.? hay aspectos en los que si ha habido cambios, sin embargo todos los impulsos humanos que nos llevan a competir con otros, a querer someternos unos a otros, a apropiarnos de lo que el otro tiene, etc. eso no va a cambiar, lo vemos en los niños, por muy evolucionados que estén sus padres, ellos revivirán una y otra vez estos conflictos, de tal manera que la humanidad va progresando, en derechos humanos, en tecnología, en libertades de todo tipo, sin embargo, tal como hemos visto hasta ahora, a pesar del progreso, en las encrucijadas se afinan las motivaciones personales, es la oportunidad para hacer el cambio individual, porque, de alguna manera el lobo que ha sido “lobo del hombre” seguirá reapareciendo independientemente de las cosas que hayamos vivido, y las personas solidarias, no necesitaron una desgracia para serlo.

AUNQUE NADA CAMBIE

SI YO CAMBIO

TODO CAMBIA

Marcel Proust

EVOLUCIONISMO ORTOGENISTA
Pierre Teilhard de Chardin es un pensador evolucionista, es ortogenista, cree en una evoluciona que tiende hacia la perfección, y por consiguiente es TELEOLOGISTA, FINALISTA, considera que la evolución persigue mayores niveles de consciencia, la humanidad progresará hasta una colectividad armonizada de consciencia, una especie de superconciencia, es una visión optimista, y no es que yo no lo sea, pero mi visión de la evolución no es lineal, en el sentido de progreso, creo que un ser humano que se ha posicionado bien hace mil años, estaba tan iluminado como quien lo haga ahora, la historia de la humanidad seguirá teniendo retos, algunos repetidos y algunos nuevos y cada uno tendrá que poner su dosis de consciencia.

REACCIONES DE LA HUMANIDAD A EPIDEMIAS Y TRAGEDIAS HISTÓRICAS
PESTE ANTONINA del año 165 – 180. Hay un relato latino que la describe así: “La peste se encontraba sellada dentro de una urna de oro en un templo de Babilonia. Un soldado romano que saqueaba el templo abrió aquella urna y la infección viajó a Occidente con el ejército en su retirada”. Desde siempre, la humanidad ha vivido brotes epidémicos, muchos de ellos en realidad no eran peste, muy probablemente eran viruela o tifo, sin embargo, queda más dramatizado llamarla peste. No sabían cómo eran provocadas, si era por la ira de los dioses, si venía del “extranjero” es decir proveniente de alguien diferente a “nosotros”, la explicación más común era la de que, había un miasma presente en el aire, por ello el emperador COMODO se retiró a Laurentum, un lugar con arboledas de Laureles.
Pensando en ello y reflexionando sobre las personas que se plantean si hay un plan orquestado por alguien, el escritor Harry Sidebottom nos recuerda algo importante: La peste no causó la caída del imperio Romano. Y cuando alguien habla de “ellos y nosotros” haciendo referencia a un “grupo” malvado que está intentando torcer el destino de las cosas, en el fondo no tiene sentido, pertenecemos todos a lo mismo.
¿Seremos mejores personas después de esta epidemia?

Una epidemia siempre es una oportunidad para mejorar como especie, ante las dificultades de cada día, incluidas las enfermedades, cada persona tiene sus recursos para salir adelante, cuando los recursos individuales, no son suficientes para superar una dificultad, entonces hace falta la implicación del rebaño. Una epidemia nos “globaliza” borra fronteras de verdad, y aunque cada uno vivirá la epidemia según sus circunstancias sociales, espirituales, económicas, hay un algo que nos hace participes. ¿Lo conseguimos?

PLAGA DE JUSTINIANO 541 - 544 fue relatada por PROCOPIO DE CESAREA: Una pandemia que llegó del extranjero y que se extendía rápidamente desde los puertos adonde arribaban los pasajeros infectados —asintomáticos o no—, sin ningún remedio médico disponible que pudiese pararla, todos los habitantes confinados en sus casas para evitar contagios, la paralización total de la economía, el ejército vigilando las calles, médicos contagiados trabajando hasta la extenuación, miles de fallecidos diarios sin enterrar durante “muchos días porque quienes cavaban ya no daban abasto…" Parece que estuviera diciendo lo mismo sobre la epidemia actual, pero habla de la epidemia de hace 1500 años, el relato continúa así: “Esta epidemia no afectó a una parte limitada de la Tierra, ni a un grupo determinado de hombres, ni se redujo a una estación concreta del año [...], sino que se esparció y se cebó en todas las vidas humanas, por diferentes que fueran unas personas de otras, sin excluir ni naturalezas ni edad”. Cuando finalmente se superó la pandemia, surgió un aspecto positivo: “Quienes habían sido partidarios de las diversas facciones políticas abandonaron los reproches mutuos. Incluso aquellos que antes se entregaban a acciones bajas y malvadas dejaron, en la vida diaria, toda maldad, pues la necesidad imperiosa les hacía aprender lo que era la honradez, aunque al cabo de un tiempo volvieron a las andadas”.

UN SUPERVIVIENTE, ES UN HUMANO CON UNA INMUNIDAD FUERTE

Somos herederos de los supervivientes, no solo a nivel sociológico, también lo somos a nivel inmunológico, y eso nos debe dejar tranquilos. 
Antes de la conquista de América, en Europa había concentraciones de personas alrededor de sus granjas, de sus cultivos, de sus corrales, las concentraciones de los seres humanos han favorecido las epidemias, sin embargo, desde los griegos, se sabe que ciertas infecciones, como la viruela y el sarampión, una vez que se tienen, no se padece una segunda vez, de tal manera que en las epidemias del viejo continente, muchos morían, pero los que sobrevivían tenían una inmunidad fuerte, somos los hijos de esos supervivientes fuertes. En Europa en el siglo XVIII más de 400 mil personas morían cada año por viruela, en los últimos 100 años, 500 millones de personas fallecieron por la viruela, si en Europa, ya era devastador ¿Qué ocurrió en América? Pues durante miles de años estuvieron aislados y muy poco concentrados, de tal manera que la conquista fue posible gracias a las epidemias, los nativos no tenían el RECONOCIMIENTO BIOLÓGICO de la viruela, y hubo muchos conflictos asociados: la invasión territorial, la ignominia, la catástrofe de su cosmovisión, solo hay que pensar que la catedral de la ciudad de México, está construida con las piedras del templo mayor de Tenochtitlan, entonces ¿Fue la viruela la que mató a millones de indígenas? La afirmación correcta sería que un cúmulo de tragedias, culturales, sociales, económicas, además de un agente biológico desconocido para el sistema de reconocimiento biológico que tenemos los seres humanos, fueron todos los ingredientes para aquella tragedia, de la cual, sin embargo, TAMBIEN HEMOS SOBREVIVIDO, yo como mexicano soy la muestra de que hubo sobrevivientes, que quedaron con un sistema inmunológico fuerte, y que va ampliando su campo de reconocimiento biológico.
Somos los descendientes de los que sobrevivieron y tuvieron hijos.

MIREMOS AHORA LA REVOLUCIÓN MEXICANA, la mayoría de los muertos no lo fueron en el campo de batalla, el famoso “millón” de personas que murieron, realmente fallecieron por hambre, se destruyeron los cultivos y el ganado, los ferrocarriles se militarizaron, con lo cual, el transporte de alimentos se hizo imposible para algunas regiones, y aunado a todo ello la epidemia de la gripe española, una epidemia que sólo en México se llevó a 500 mil personas, y a 260 mil personas en España, con lo cual quiero decir que las epidemias no son solo un asunto médico, hay muchos factores implicados, con lo cual un asunto epidémico, no es sólo un asunto médico. Y CADA UNO DE NOSOTROS SE PODRÁ REINVENTAR Y TRANSFORMAR si además de criterios médicos, nos atenemos a otros criterios para surfear la vida con dignidad mientras la vamos embelleciendo.
SOMOS LOS HEREDEROS DE LOS SUPERVIVIENTES QUE TUVIERON HIJOS, NOS PONEMOS DISPONIBLES PARA QUE, EN ESTA EPIDEMIA, SI ALGO LES SALE BIEN EN NOSOTROS, SERÁ PARA HONRARLOS. 
¿Seremos mejores personas después de esta epidemia? Esperemos que sí, porque los retos que vienen son grandes.

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