miércoles, 22 de mayo de 2019

EL INSTAGRAM Y LA MASA DIGNA


Una de las paradojas que vivimos hoy es que tenemos el imperativo de “triunfar, tener éxito e impacto social”, algo muy difícil, porque, por otro lado, nos hemos homogeneizado: la mayoría trabajamos para pagar las facturas y poder ver Netflix.
Es muy difícil ser originales y especiales en la época que vivimos, de tal manera que esa exigencia de “dar la mejor versión de sí mismo”, “afinar el canto que venimos a dar al universo”, etc. aboca a muchos seres humanos a la frustración.
Soy consciente que la gente “despierta” no mide el sentido de su vida por los “like’s” que recibe en Instagram, pero hay una gran inversión de tiempo y esfuerzo en construir un personaje que pueda ser reconocido, amado, etc. abdicando de su yo más auténtico. ¿Cuántos seres humanos amarán a Messi o a Madonna? Seguramente millones, ¿Les sirve de algo a Messi o a Madonna que tantos millones de seres humanos les admiren? Probablemente no, la felicidad y el verdadero éxito social es el grado de intimidad que establecemos con nuestro círculo cercano.
Me imagino que un campesino de otra época tenía menos complicaciones existenciales que nosotros, porque veía su éxito cuando recogía su cosecha. Nosotros, aunque objetivamente estamos mucho mejor, sucumbimos a la seducción de "triunfar" y en esa trampa, nos olvidamos de asentir a la realidad y agradecer lo que si tenemos. Ese es el drama, queremos ser especiales y quizás con ser una “masa digna sea suficiente”.
Me llena de inspiración la vida de los campesinos con los que conviví cuando era un niño, especialmente mi abuelo, de alguna manera eran unos triunfadores, se proponían sembrar su maíz, su frijol y sus calabazas, hacían su mejor esfuerzo, eran unos buenos artesanos, si éxito estaba en el bien hacer, en la confianza de que del cielo les vendría la bendita lluvia, sabían que el esfuerzo dependía de ellos, pero el resultado no, porque podría ocurrir que no lloviera, y asentir a ese resultado sin victimismo les convertía en iluminados. Asumir y resolver. A esos campesinos les doy los buenos días por la mañana, y por las noches les digo: “He hecho esto y esto otro para ustedes, los abrazo”. Porque cuando yo era un niño, la dureza del trabajo cotidiano detrás del arado, estaba plenamente compensada con pequeñas alegrías: comer unos tacos calentados con leña a media jornada de la siembra, descansar mientras escuchabas la lluvia, disfrutar de una bebida caliente al volver exhaustos después de una tarde lluviosa.
Era una suerte también que no te hubiera picado un escorpión de los muchos que había debajo de las piedras… cada día un milagro, especialmente los domingos por la tarde esperando la troca que traería esa cosa maravillosa que se llama sandía.
Está de moda hablar de la “felicidad de las pequeñas cosas” pero es una trampa, porque nos van llevando poco a poco a que esas “pequeñas cosas” sean Spotify y Netflix.
Nos piden que seamos especiales, quizás baste con ser una masa digna, es decir, ser unos buenos artesanos de nuestras actividades, cuidar nuestra salud, embellecer nuestra vida cultural y tener nuestros ahorros.

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