miércoles, 10 de enero de 2018

ENTRE EL GRAN PROYECTO Y EL NARCISISMO DE LAS PEQUEÑAS DIFERENCIAS



Últimamente escucho con frecuencia a personas que dicen que no encuentran un proyecto que les ilusione, algo que les motive para poner toda su energía, lo escucho sobre todo en personas jóvenes, y puede ser que tengan razón, hay imperativo de “realización personal” que es especialmente difícil, porque lleva la exigencia de “triunfar”, “destacar”, “ser especial”, etc. y todo ello en un mundo cada vez más homogéneo: todos nos entretenemos con Netflix, todos vamos uniformados con la misma ropa y todos nos hemos modelado las cervicales encorvadas de tanto mirar nuestro teléfono móvil, es difícil ser auténtico en un mundo tan homogéneo y tan ruidoso. ¡Es una paradoja!, Imposible se auténticos estando como estamos, tan atentos al impacto que causamos en los otros, hiperconectados, muy informados de todo (pero de la misma información y de la misma fuente todos), llenos de muchas "experiencias", pero muchas veces intentando vivir la vida de otros, tener las experiencias que ellos han tenido, ir a los sitios a los que han viajado, etc. Se nos olvida que el viaje más importante es el que se hace en silencio hacia uno mismo, y es difícil el silencio... o fácil, porque el silencio no siempre es ausencia de ruido, también es ausencia de ego.
A veces, lo que nos queda para sentirnos auténticos es un “narcisismo de las pequeñas diferencias” que, aunque Freud lo aplicó a las diferencias entre las etnias próximas, en la actualidad es el mecanismo de defensa para sentirnos especiales, así, aunque compremos en Mercadona, nos vistamos de Zara y sigamos la dieta de moda, nos esforzaremos en ser “especiales y diferentes” mediante pequeñas excentricidades magnificadas.
Educamos a los niños para que sean “especiales”, deberíamos educarlos para que sean auténticos.
Por otro lado, también me encuentro con personas de más años que se encuentran decepcionadas, sus ideales se convirtieron en su sepultura, porque en realidad, no eran ideales, eran ilusiones, decía Ignacio Larrañaga que "El ideal es la ilusión más la realidad", yo suelo decir que "Entre la audacia y la conciencia de límite caben nuestros sueños".
Sin duda hay personas afortunadas que se han topado con un proyecto interesante y con gran impacto social, y que además han conseguido la “realización personal” realizando ese proyecto, pero la mayoría tendremos que encontrar el sentido de nuestra vida en lo pequeño y en lo cotidiano.
No tengo claro los parámetros de lo que es la felicidad, si me preguntas qué es la felicidad, no lo sé, si no me lo preguntas, si lo sé. Las personas felices que conozco son aquellas que, -como decía Albert Camus- "Han sido generosos con su futuro dándoselo todo al presente”, es decir, las personas sabias respetan lo pequeño: sus vicisitudes cotidianas, sus pequeños retos, respetan a las personas “pequeñas”, porque saben que lo grande, se hace respetar por sí solo.
Soy de los que piensan que una mascota bien cuidada por su dueño, que le proporciona comida, un sitio cálido en la época de frío, etc. tiene mucha suerte, pero no tendrá tantas alegrías como una mascota callejera, que está expuesta a la alegría de conseguir pequeños retos, y al peligro de no conseguirlos. Allí está el arte de vivir, agradecer el confort, asentir a los pequeños retos, respirar la incertidumbre y mantener el corazón abierto para una bendición inesperada.

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