Me gustaría decir que fuimos a Serbia, pero sería inexacto,
y aunque aterrizamos en el aeropuerto Nikola Tesla de Belgrado, tampoco puedo
decir que hayamos conocido Belgrado. Por cierto es agradable aterrizar en un
aeropuerto que tiene el nombre de un científico.
Hace tiempo que tenía el anhelo de conocer Belgrado, sobre
todo porque hace años que conozco a algunos Serbios que transmiten amor por su
tierra, y habiendo leído “Un puente sobre el Drina” de Ivan
"Ivo"
Andrić he llegado a pensar que
todos los Serbios aman a su tierra.
A pesar de que fueron
pocos días, puedo decir que Belgrado es una ciudad Europea amable y agradable,
sorprende estar en Europa y encontrarse en el barrio de Zemum un restaurante donde seguramente comen los ejecutivos (todos
varones) de la zona, con un menú que no llegaba a los 5 euros, un placer
inconcebible en Barcelona.
Nos instalamos en un
hotel de la famosa calle Skadarlija, no insistiré más en que
Belgrado es muy barato: 80 céntimos de euro el bus del aeropuerto a la ciudad
te lo dice todo.
Lo que más me gustó de Belgrado, además de los atractivos
turísticos que se pueden encontrar fácilmente en internet y en las guías:
Zemum, la imponente iglesia de San Sava, la catedral de San Miguel, el paseo
por el Danubio, la fortaleza de Kalemegdan, las calles comerciales, etc. es que
es una ciudad que prácticamente la disfrutan sus propios habitantes.
Es un placer pasear por una ciudad en donde no hay hordas de
turistas queriendo capturar en una imagen las “experiencias” que les han
vendido de los grandes parques temáticos mundiales: Praga, Barcelona, Nueva
York, París, etc. En cambio, las terrazas alrededor del Danubio estaban llenas
parejas disfrutando la majestuosidad del río, niños jugando en los inmensos
parques, muchas personas haciendo Kayak, y unos pescadores como testigos de la
eternidad del río, ojos bucólicos que han visto pasar barcos durante siglos.
Vivimos una época donde la vida moderna pretende por un lado
despojarse de ritos espirituales y en cambio los sustituye por estereotipos
sociales, posturas afectadas, etc. es por ello que me resultó muy conmovedor
ver la religiosidad de las personas en las iglesias ortodoxas, viví un momento
extático en la catedral de San Miguel, gracias a la belleza de la iglesia, a los
rituales de los fieles y a una música inefable que me condujeron a una
experiencia espiritual.
Es imposible no detener la mirada en los edificios
bombardeados por la OTAN en 1999, entre ellos el ministerio de defensa de
Belgrado, te recuerdan que Belgrado es hilo conductor de una historia milenaria
muchas veces trágica.
He de decir también, que Belgrado es una ciudad donde no hay
mendicidad, desconozco las razones. Aclaro que me parecen injustas las razones
para la mendicidad, y que me parece muy bien que un ser humano luche por su
supervivencia, yo simplemente resalto el hecho de que en Belgrado no hay
mendigos.
Terminamos la escapada con una comida en el Klub
Knjizevnika en la calle Francuska, no
se que criterios se toman en cuentra para otorgar a un restaurente estrellas y
galardones, pero sin duda, ese restaurante es uno de los lugares en donde mejor
he comido de mi vida, un sitio elegante, bello y con una comida que podemos
llamar arte y por tan solo 20 euros.
1 comentario:
Como ciudad no es gran cosa. Eso sí, la gente es muy amable.
Dani Non C'è
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