Gregory
Bateson es un autor imprescindible para mi trabajo como terapeuta: Ayudo a
que la narración de una persona que se pregunta sobre el misterio de vivir,
especialmente si está sufriendo, tenga sentido, les ayudo a que sea una
narración la que ilumine su recorrido vital.
Con mucha
frecuencia pienso en la frase de Bateson “La pauta que conecta”, con la cual
pretende hacernos entender que todo está conectado, y que más allá del anhelo
constante de la ciencia académica, de encontrar la lógica y la explicación
sobre todo (Una ciencia que muchas veces ha querido pesar y medir todo), hay
relaciones, principios de organización en todos los fenómenos, es decir PAUTAS
QUE CONECTAN:
“¿Qué pauta
conecta el cangrejo a la langosta, la orquídea a la prímula y todo ello a mí?
¿Y a mí contigo?”
Para Bateson,
el lenguaje de los sistemas vivos debe basarse en la metáfora, no en la lógica,
porque sólo la metáfora expresa similitudes estructurales o, mejor aún,
similitudes de organización. El trabajo científico trataría pues de encontrar
las metáforas de la naturaleza, la pauta que conecta los fenómenos.
Lo interesante
es que la narrativa emerge como instrumento que da sentido a una realidad desde
que somos muy pequeños, desde que somos capaces de entender historias, anhelamos
narraciones y metáforas (al decir narración, quiero entender que no solo se
trata de un discurso verbal, que también un juego visual, unos sonidos, unos
olores relacionados, etc, también constituyen una narración y no solo lo
verbal), y resulta que (parodiando a Lennon) “La vida es lo que ocurre en las
metáforas mientras intentamos entenderla racionalmente”.
Algunos padres
modernos de clase media, cultos y preocupados por el buen desarrollo de sus
hijos, les niegan la posibilidad de que estos se nutran con las historias de
los cuentos de hadas, con el pretexto de que tales historias les desconectan de
la realidad. Desde mi punto de vista, los cuentos de hadas le dan herramientas
más poderosas a un niño que la explicación del hecho “real” de que el ser
humano lleva 150 mil años sobre la tierra, hecho que en el fondo no tiene
importancia, es mucho más importante la figura simbólica que al niño le permite
tener sus propios anclajes para superar y construir su propia realidad.
Bruno
Bettelheim decía que si un niño pregunta sobre si es verdadera la historia
narrada, en realidad no se estaba preguntando por el contenido “real”, sino en
la posibilidad de que esa historia contribuyera a la construcción de los
códigos que le permitan interpretar e iluminar su propia realidad. Así por
ejemplo, la historia de los Hermanos Grimm «El rey rana, o Enrique el fiel»
comienza con estas palabras: «En tiempos remotos, cuando bastaba desear una
cosa para que se cumpliera...». Con ello queda suficientemente claro que las
historias suceden a un nivel muy diferente de la «realidad» cotidiana.
La «verdad» de
los cuentos de hadas es la verdad de nuestra imaginación, no de la causalidad
normal. Al preguntarse a sí mismo, «¿es verdad», Tolkien observa que «no debe
responderse sin reflexionar mucho sobre el particular» y añade que para el niño
es mucho más importante la pregunta, «"¿era malo? ¿era bueno?". Es
decir, [el niño] se preocupa mucho más por tener claro cuál es el lado bueno y
cuál el lado malo de las cosas». Antes de que el niño pueda llegar a captar la
realidad, es necesario que disponga de un marco de referencia para valorarla.
Cuando pregunta si una historia es verdad, quiere saber si esta narración
constituye una contribución importante para su comprensión y si tiene algo
significativo que decirle con respecto a sus mayores preocupaciones.
Está claro que
si un padre no se siente cómodo narrando estas historias “fantásticas” es mejor
que no lo haga, de cualquier manera, un niño tiene una fantasía natural, y los
cuentos de hadas no son más que una de tantas vías para encontrar las metáforas
que dan sentido a nuestra vida.
Y una vez
adultos, es importante no perder la capacidad de interpretar nuestro mundo y nuestra
realidad no solamente con las premisas científicas, pues en el fondo ¿Qué
importa si el universo se originó en un Big Bang?, es mucho más importante la
vivencia que un ser humano puede tener al experimentar el agua, la intensidad
de un atardecer y la música. No son excluyentes los “conocimientos” ordenados
que nos van enseñando desde niños, pero como decía Gregory Bateson, “El número,
es diferente a la cantidad”, nuestra realidad no se explica solo con lo
material, la vida es mucho más que cantidad, y nuestro recorrido vital es más
interesante con narraciones y metáforas que nos consolidad como personas que
conocimientos “precisos”.
Seguiremos
atentos a las novedades sobre el Bosson de Higgs, mientras nos contamos historias
y narraciones que doten de sentido a esta gran aventura que es vivir.
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