viernes, 13 de febrero de 2015

CIUTAT VELLA Y EL MURMULENCIO

El sábado pasado le dije por teléfono a mi madre, “haré poca cosa, tan solo dar un paseo por la playa”, “No es poca cosa vivir en una ciudad donde puedes ir a la playa”, contestó, y tiene razón, lo cierto es que esta ciudad regala a sus habitantes una infinidad de “pequeñas cosas”.

Por la noche un buen amigo y yo decidimos ir a cenar al barrio gótico, a un pequeño restaurante que tiene por pared restos de la muralla romana, un restaurante que nos sorprendió de cómo a veces la cocina catalana puede ser sencilla, sana y deliciosa: “Coques de recapte” y un buen vino “Costers del segre”, siempre me pierdo en el bello laberinto del barrio gótico, pero es parte del encanto del paseo nocturno.

Sin ser creyentes de la Virgen de la Mercé, pasamos por delante de su basílica, vi sonreír a mi amigo mientras mirábamos la efigie iluminada, pienso que sonreía por la misma razón que yo lo hacía, manifestábamos nuestra alegría de participar de la vida de esta ciudad.

Atravesamos las ramblas por detrás del “Mercat de la Boquería” y nos internamos por el raval, donde conviven putas y artistas; “catalans de mena” y gitanos catalanes -que hablan un catalán muy peculiar-; guiris y camellos; bares antológicos y una escultura de Botero; sitios de bocatas y restaurantes de diseño; pensiones de media muerte y el hotel Barceló Raval, desde cuyo mirador puedes beber una cerveza y disfrutar de una Barcelona silenciosa... en realidad un “murmulencio” pues un barullo lejano era interrumpido de vez en cuando por una extrasístole en forma de ladrido de perro.

“Al barri hi ha de tot”, (en el barrio hay de todo) y en el raval no podía ser menos, así que en un bar cubano hemos disfrutado de un mojito, después del cual hemos concluido unas cuantas cosas: que la amistad es un tesoro (aún después de que se haya terminado), que es un privilegio vivir en esta ciudad y que la medida justa para dormir plácidamente es media botella de buen vino y un excelente mojito.

2 comentarios:

Ruth Estellers dijo...

Sí... es un privilegio beberse la vida despacio y paladear cada sorbo. Una hermosa ciudad llena de historia (que también es la mía... la ciudad y la historia digo...) y una buena compañía es, casi siempre, casi todo :-)

El Quixot dijo...

Somos privilegiados!