Vivimos una época paradójica, nuestra cultura es profundamente hedonista, los medios de comunicación nos seducen con experiencias, nos venden placer y es un hecho evidente que todos buscamos placer; sin embargo, al mismo tiempo, nos boicoteamos fácilmente, no nos permitimos experimentar placer, y cuando tomamos consciencia de que tenemos bienestar, experimentamos culpa, y aún más pocas veces nos alegramos cuando nos damos cuenta que otros están experimentando placer.
La paradoja es que, una persona que no se permite placeres, quedará atrapada en la repetición del mismo placer que ya conoce, aunque sea un placer burdo y sin profundidad.
Todos los seres sintientes, especialmente los seres humanos necesitamos placer, la capacidad de sentir, va asociada a la búsqueda de placer.
Muchos placeres nos van a acompañar toda la vida: el contacto del agua sobre nuestra piel, los sabores y la textura de los alimentos, la contemplación de la belleza, etc. cada época de nuestra vida tiene sus propios placeres, con los años, la mayoría de los placeres van perdiendo estridencia, sin embargo, la toma de conciencia nos da la posibilidad de disfrutar los placeres ya conocidos con una nueva profundidad, con una nueva atención, con un interés distinto. Seguramente un niño no contemplará un atardecer como lo contempla una persona que lleva mil historias escritas en su cuerpo, una persona que con los años se vuelve como un utensilio de la cocina, lleno de manchas, de abolladuras, de recuerdos, de alegrías, de historias imborrables y de tragedias, pero igual que esa vasija de la cocina, cocina mejor, es decir, su historia y sus vivencias le permiten contemplar al atardecer con la analogía de la muerte "La única muerte que nos parece bella, es el atardecer".
Con los años, si estamos despiertos, la percepción de la belleza se convierte en uno de los grandes placeres.
Cada época tiene su peculiar abanico de placeres, el problema es cuando las personas quieren seguir teniendo los mismos placeres y la misma intensidad de cuando tenían 25 años.
El placer está al alcance de cualquier ser humano que esté abierto a que la vida le sorprenda con placeres con los que no está obstinado, he visto pacientes con enfermedades terminales, disfrutar profundamente un bocado de tortilla de patatas, alegrarse por tener unas sábanas agradables, por tener caricias que les despiden y les bendicen en su camino.
1 comentario:
Ciertamente, cuando se nos va gastando la vida, la saboreamos más, como los últimos bocados de un plato delicioso. Tu post me ha recordado la ciruela que come "El paciente inglés". En la película el protagonista dice algo así como "Es la mejor ciruela de mi vida". Gracias por tu reflexión
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