Antonio Gala publicó en el año 1995 un libro llamado “Carta a los herederos”, en el libro, se percibe que sin duda estaba convencido de que se dirigía una juventud española entusiasta y encantada consigo misma, una generación de personas felices de estar en el lugar y tiempo que les había tocado vivir. Al inicio de su escrito, Antonio finge un atisbo de timidez diciendo “soy consciente de que sois la generación de jóvenes más culta de España”, pasando ese gesto retórico, se lanza con toda la pasión de su pluma para entusiasmarlos para vivir el presente, se deshace haciendo apología del “carpe diem”, llegando incluso al clímax, y entonces escribe -como quien anima a la chica más bella del planeta para que vaya con seguridad a recoger su corona- y les dice: (nos dijo porque yo era de sus lectores en aquella época) “Ten el valor de salir al encuentro de tu destino”.
Suelo decir que la vida nos da juventud y pocas cosas
más, y que la vejez es una masacre, frases hiperbólicas que requieren matices,
pero nadie va a negar que la juventud es una coronación mágica que se experimenta transitoriamente, y para
cualquiera que esté despierto, estar con esa persona en el momento que lleva
puesta la corona, debe considerarse un privilegio... Es verdad que la
juventud va muchas veces acompañada de veleidades e inseguridades, pero no deja
de ser una epifanía.
Ahora en España, y seguramente en muchas partes del mundo, hay una generación
de jóvenes que han visto sus sueños atrapados en medio de dos crisis
económicas: la de la ineptitud financiera y la de la ineptitud sanitaria,
Antonio Gala les tendría que escribir la carta a los “Desheredados”. Las
generaciones previas a estas dos crisis, de alguna manera tenían a su alcance
la posibilidad de la movilidad social y la promoción de su estatus personal,
gracias un relativo estado de bienestar. No me refiero a los jóvenes que son
“herederos” verdaderos, es decir, pertenecen a una familia con posibilidades
económicas, o bien tuvieron la suerte de haber consolidado su actividad
profesional a pesar de las crisis.
Yo pienso en los que fueron a la universidad con la esperanza de que, con su
esfuerzo, con un toque de suerte y un ambiente económico favorable, podrían por
lo menos tener lo que sus padres han tenido. Pero ahora, con estas crisis, no
podrán ni siquiera considerarse parte de esa masa social que es un privilegio
del primer mundo: la clase media. Los desheredados que no tienen familia con
poder económico, y que no han tenido suerte de haber conseguido un trabajo de
gran impacto social, serán presa fácil del desánimo y del pesimismo porque
siempre es más fácil encontrar metáforas del sentido de la vida cuando las
cosas van “bien”.
Aquello que no hicimos es lo que más nos puede atormentar,
lo que no pudimos vivir y “nos tocaba” se puede convertir en un reproche
personal insoportable. Sin embargo, podría ser que ellos tengan a su alcance un
“despertar” también auténtico porque está desprovisto de imperativos sociales,
la precariedad laboral se compensará con una vida llena de actividades que,
aunque poco productivas estará llenas de sentido. Los retos serán más a corto
plazo, pero, con una mezcla de audacia, atención, trabajo, etc. podría ser que
tengan la oportunidad de sentirse exitosos con más frecuencia que quien se ha
puesto un gran objetivo y no es feliz hasta que lo consigue, con el peligro de
que cuando lo consiga, le podría pasar que tenga la sensación de haberse
esforzado mucho para subir a una escalera, en la cima de la cual no había nada.
Los "desheredados" vivirán retos con más frecuencia y con la
sensación de éxito también constante, y para la vida, entre otras cosas, lo
importante es tener retos para superar.
No pretendo hacer un manual del “éxito personal a pesar de las crisis
económicas”, más bien confío en que estos “desheredados” llevarán el “carpe
diem” con un sentido más auténtico, ya no como un trofeo de Instagram, sino más
bien como una actitud que asiente a la realidad y resuelve.
Antonio Gala les escribió a un grupo de jóvenes que en su camino se iban a
encontrar jardines de flores, jóvenes que caminaban (caminábamos) con
entusiasmo, con suficiente autoestima y con épica personal. Los desheredados de
ahora, en cambio, deberán a aprender a no friccionarse demasiado con la
realidad, respirarla, asentir a ella, asumir sin victimismo que no era la mejor
época para sueños materiales, pero que, a pesar de todo, en su camino también
encontrarán flores, deberán estar atentos, despiertos para disfrutarlas,
algunos incluso aprenderán a plantarlas, crearán su propio universo para
habitar. La épica que les espera puede ser que no tenga tanto impacto social,
pero la posibilidad de ser auténticos está por encima de cualquier crisis. A
esos desheredados quiero yo ver triunfar.
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